En diciembre de 2024, la atención del mundo financiero se centró en la reunión de la Reserva Federal (Fed) y las declaraciones de su presidente, Jerome Powell, quien afirmó que la economía estadounidense se encuentra en un "muy buen lugar". Esta declaración surge en un contexto de cambios importantes en la política monetaria, luego de la decisión de reducir la tasa de interés de referencia, conocida como la tasa de fondos federales, en un cuarto de punto porcentual. Además, la Fed publicó su Summary of Economic Projections (SEP), una herramienta fundamental que brinda una visión clara sobre las expectativas de inflación, desempleo y futuras variaciones en las tasas de interés. La influencia de estas decisiones es profunda, tanto para los mercados globales como para la economía doméstica y el bolsillo de los consumidores. La tasa de fondos federales impacta directamente en los costos de crédito para la compra de automóviles, tarjetas de crédito, hipotecas y también en la rentabilidad de ahorros e inversiones a corto plazo.
Por ello, la reducción anunciada y la expectativa de ajustes más moderados en 2025 representan un cambio significativo en el enfoque de la Fed, orientado a equilibrar el crecimiento económico con la estabilidad de precios. Uno de los puntos más destacados que surgieron después del anuncio fue el análisis del llamado "dot plot" o diagrama de puntos, que recoge las previsiones individuales de los miembros del comité de política monetaria. A pesar de la reducción de la tasa realizada, se mostró que los funcionarios esperan que los recortes en los tipos de interés durante 2025 sean menos agresivos que lo anticipado en septiembre, lo que generó cierta inquietud en los mercados, reflejándose en una caída notable del índice S&P 500. Este hecho evidenció la atención extrema que los inversionistas prestan a cada indicio del camino que la Fed podría tomar para mantener el equilibrio económico. La influencia de factores externos, como la incertidumbre comercial derivada de posibles nuevas tarifas anunciadas por el presidente electo Donald Trump, también ha sido reconocida formalmente por los miembros de la Fed.
Esta incertidumbre condiciona las decisiones y explica en parte la cautela a la hora de plantear recortes más ambiciosos en las tasas. Jerome Powell indicó que ante la falta de claridad, los expertos prefieren adoptar un enfoque más prudente, un razonamiento que comparó con la necesidad de proceder despacio cuando se transita por un espacio oscuro o con visibilidad reducida. Las discrepancias en el comité no pasaron desapercibidas. Beth Hammack, presidenta de la Reserva Federal de Cleveland, votó en contra de la reducción, prefiriendo mantener las tasas en su nivel actual. Esta divergencia es señal de que el debate interno es activo y refleja la complejidad de las decisiones en un contexto donde no existen soluciones unívocas para los problemas macroeconómicos.
Desde un punto de vista económico, las proyecciones presentadas mostraron tendencias positivas. Se anticipa una mayor actividad del Producto Interno Bruto (PIB) tanto para 2024 como para 2025, acompañada de una tasa de desempleo que se mantiene baja, incluso mejor de lo esperado en la reunión anterior. Sin embargo, la inflación permanece como un punto complicado, ya que no ha descendido tan rápidamente como se esperaba, lo que ha obligado a los planificadores económicos a continuar atentos para evitar que se convierta en un obstáculo para el crecimiento sostenible. Powell y su equipo están enfocados en cumplir el doble mandato de la Fed: alcanzar el máximo empleo posible sin sacrificar la estabilidad de precios. Este delicado equilibrio requiere una gestión cuidadosa de las tasas de interés, ya que un aumento demasiado rápido puede frenar el crecimiento y provocar pérdida de empleos, mientras que una política monetaria demasiado laxa podría reavivar la inflación.
La decisión de bajar la tasa de interés en diciembre 2024 representa la tercera reducción consecutiva en varios meses, situando la tasa de fondos federales en un rango de entre 4.25% y 4.5%. Esto implica una reducción total de un punto porcentual respecto al inicio del año, un ajuste relevante que busca estimular la economía en un momento en que ciertas señales apuntan a una desaceleración. La reducción de las tenencias de activos por parte de la Fed, como valores del Tesoro y deuda de agencias, también forma parte de su estrategia para normalizar su balance.
Este movimiento es con un fin explícito: evitar presiones inflacionarias adicionales y adaptar la política a las condiciones cambiantes del mercado. El entorno económico actual ha cambiado desde la última reunión de noviembre. La tasa de desempleo se ha mantenido más estable y la inflación no ha disminuido tanto como se anticipaba, lo que añade incertidumbre sobre la magnitud y rapidez con la que la Fed debe realizar nuevas modificaciones en las tasas. Por eso, aunque se reconoce la necesidad de mantener tasas relativamente altas para controlar la inflación, también se quiere evitar que hagan mella en el mercado laboral y el crecimiento general. Para los consumidores y los inversores, estas decisiones tienen repercusiones directas.
Los préstamos pueden volverse ligeramente más baratos tras la reducción de tasas, lo que puede incentivar la compra de bienes duraderos y el consumo general. Por otro lado, los ahorros y los depósitos en cuentas remuneradas pueden ofrecer retornos algo menores en el corto plazo debido a estas bajadas. La reacción del mercado financiero ha sido inicialmente mixta. La sorpresa ante la moderación en los futuros recortes provocó una caída en los índices bursátiles, aunque la visión general mantiene un optimismo cauteloso. Los inversionistas vigilan de cerca cualquier novedad respecto a las políticas de la Fed y los indicadores económicos, cuya evolución determinará la trayectoria futura.