La pandemia de Covid-19 revolucionó la forma en que entendemos la transmisión de enfermedades y la necesidad urgente de protegernos frente a virus que se propagan por el aire. Con el fin de evitar futuras crisis sanitarias, cientificos e ingenieros han estado investigando tecnologías capaces de detener virus como el Covid en el aire antes de que infecten a las personas. Una de las soluciones más prometedoras y revolucionarias es el uso de la luz ultravioleta de banda ultracorta, más conocida como far-UVC. La luz ultravioleta siempre ha tenido un rol importante en la desinfección, utilizada durante décadas en hospitales y sistemas de tratamiento de aire y agua. Sin embargo, su aplicación directa en espacios concurridos ha sido limitada debido a los daños que puede causar la radiación UV convencional sobre la piel y los ojos humanos.
La gran noticia es que la far-UVC opera en un rango de longitud de onda muy específico — entre aproximadamente 200 y 235 nanómetros — que tiene la capacidad de eliminar virus y bacterias en el aire sin penetrar la capa exterior de la piel o dañar los ojos. Este avance abre la puerta a la instalación de lámparas far-UVC en lugares públicos como escuelas, hospitales, oficinas y tiendas, donde el riesgo de contagio es alto, permitiendo una desinfección continua y efectiva del aire. Estudios han demostrado que la far-UVC puede eliminar más del 99.9% de virus Covid presentes en el aire, e igual eficacia se espera frente a cualquier nuevo virus que se propague por vía aérea. La tecnología detrás de estas lámparas ha evolucionado considerablemente.
Tradicionalmente, la far-UVC se emitía usando lámparas excímeras basadas en gases como una mezcla de criptón y cloro que producen luz a 222 nanómetros. Estas lámparas son similares a los fluorescentes en diseño, pero tienen limitaciones importantes: requieren filtros para evitar la emisión de longitudes de onda más perjudiciales, tienen una vida útil limitada y necesitan mantenimiento constante, lo que eleva los costos. Recientemente, la innovación ha ido más allá gracias a un método que utiliza la segunda armónica para generar far-UVC. Este nuevo proceso utiliza láseres azules convencionales, una tecnología consolidada y económica gracias a su uso en dispositivos como los reproductores Blu-ray, que permiten generar luz ultravioleta de longitud de onda precisa al pasar por cristales especiales, principalmente de nitruro de aluminio. Estos cristales son abundantes, accesibles y no requieren un desarrollo tecnológico complejo para su producción a gran escala.
Este avance implica que las futuras lámparas far-UVC podrían fabricarse con componentes sólidos, similares a los LEDs, que son más duraderos, eficientes y tienen un costo mucho menor. Las implicaciones de esta reducción de costos son enormes, pues la adopción masiva de esta tecnología podría convertirse en una práctica común que ayude a frenar la propagación de enfermedades respiratorias en todo el mundo. Otra ventaja fundamental del far-UVC es la seguridad para las personas en espacios donde se instalan estas lámparas. A diferencia del UV tradicional que puede causar quemaduras o daño ocular, la far-UVC no penetra en las capas superficiales de la piel y no afecta la visión, garantizando protección sin riesgo. Esto permite que la desinfección sea continua, incluso en presencia de personas, a diferencia de otras tecnologías que requieren que el espacio esté vacío para su uso.
No obstante, no todo está resuelto. Uno de los interrogantes que surgen respecto a la far-UVC es su impacto indirecto en la calidad del aire. La luz ultravioleta puede reaccionar con el oxígeno para formar ozono, un compuesto que en altas concentraciones es perjudicial para la salud humana y uno de los principales responsables de enfermedades respiratorias y miles de muertes anuales a nivel mundial. Además, el ozono puede interactuar con compuestos orgánicos volátiles presentes en el aire, creando partículas finas que contribuyen a la contaminación del aire interior. Aunque algunas investigaciones han detectado un aumento en los niveles de ozono y partículas al usar múltiples lámparas far-UVC en un espacio cerrado, estos efectos parecen estar ligados a un uso excesivo o inadecuado.
En general, la instalación de un número moderado de lámparas y su colocación estratégica en techos minimiza la generación de ozono y reduce la exposición directa de las personas, optimizando al mismo tiempo la efectividad del dispositivo para eliminar patógenos. Otro aspecto fundamental para maximizar los beneficios de la far-UVC es la ventilación adecuada de los ambientes cerrados. Aunque se cree que la ventilación podría introducir ozono del exterior — donde por lo general hay concentraciones más altas — también es crucial para disipar los subproductos generados dentro del espacio y mantener una buena calidad del aire. Sin embargo, aún existe incertidumbre científica sobre la relación exacta entre ozono, contaminación secundaria y mortalidad, por lo que se requieren estudios adicionales para definir protocolos seguros y efectivos. El futuro inmediato parece apuntar hacia una integración paulatina de la far-UVC en espacios públicos y privados como una herramienta complementaria en la lucha contra pandemias y enfermedades estacionales.
Imagina instituciones educativas, centros médicos, aeropuertos y oficinas equipados con estos dispositivos que neutralizan virus en tiempo real mientras las personas realizan sus actividades cotidianas, disminuyendo considerablemente la transmisión aérea. Esto no solo impacta positivamente la salud global al reducir enfermedades sino que también contribuye a la estabilidad económica y social, limitando cierres masivos y crisis sanitarias devastadoras como la vivida con el Covid-19. Además, la tecnología far-UVC tiene el potencial de combatir otras amenazas respiratorias como la tuberculosis o nuevas variantes de influenza que, como previendo la llegada de un posible nuevo virus, podrían verse neutralizadas en un entorno controlado. Sin duda, la adopción masiva aún enfrenta retos: la necesidad de más investigaciones clínicas y ambientales, regulación clara, aceptación pública y escalabilidad para que los costos sean accesibles a nivel global, especialmente en países con menos recursos. Sin embargo, la combinación de avances en diseño tecnológico — como las lámparas de estado sólido basadas en cristales que convierten láseres azules en luz far-UVC — y la creciente conciencia sobre la transmisión aérea de virus están posicionando esta innovación como una herramienta clave en la prevención de pandemias futuras.
Los próximos años serán cruciales para que esta tecnología dé el salto desde laboratorios y fases piloto hacia un despliegue masivo que transforme los espacios comunes en entornos mucho más seguros. Si la visión se cumple, podríamos vivir en un mundo donde las enfermedades respiratorias que una vez causaron millones de muertes se conviertan en episodios controlables, con la protección activa e invisible que ofrece la luz far-UVC, permitiendo a la humanidad bloquear literalmente en el aire el avance del próximo virus similar a Covid.