En un mundo empresarial cada vez más dinámico y cambiante, pocas historias llaman tanto la atención como la de Infinite Reality, una startup estadounidense dedicada al metaverso, valorada en nada menos que 15.5 mil millones de dólares tras una serie de adquisiciones y rondas de financiación. Sin embargo, tras esta impresionante cifra se esconde un entramado complicado de misterios, incertidumbres y cuestionamientos acerca de su legitimidad y el origen de su capital. La empresa se presenta como un jugador importante en la creación de entornos virtuales tridimensionales, pero su reputación en el sector y la transparencia de sus operaciones han sido puestas en duda por expertos, competidores y reguladores al mismo tiempo. La historia de Infinite Reality comienza en 2019 con la adquisición de una empresa social en bancarrota, que posteriormente fue rebautizada y reorientada hacia el mercado del metaverso.
Su líder y fundador, John Acunto, ha sido un personaje controvertido debido a antecedentes personales y profesionales plagados de juicios por deudas impagas y dudas sobre sus credenciales académicas. A pesar de los problemas legales, Acunto ha mantenido una narrativa optimista y audaz sobre el futuro de su compañía. En eventos para accionistas, ha llegado a afirmar que han construido una empresa valorada en 12 mil millones de dólares y tienen el potencial de multiplicar esa cifra en poco tiempo. Infinite Reality ha logrado incrementar su valoración gracias a una serie de adquisiciones, muchas de ellas sorprendentemente caras dadas las circunstancias de las firmas involucradas. Desde un estudio audiovisual hasta compañías de esports y startups de IA con ciertos problemas financieros, la estrategia ha sido comprar activos y consolidarlos en un conglomerado tecnológico que aparenta ser un gigante en la industria.
Esto ha generado una discrepancia importante entre los ingresos reales reportados, que alcanzan apenas decenas de millones de dólares, y la valoración astronómica que presentan ante inversores y públicos. Uno de los aspectos que ha desatado aún más suspicacias es la forma en que Infinite Reality presentó una inversión de más de tres mil millones de dólares proveniente de un solo inversionista anónimo. Esta cifra, en términos relativos, ubica a esta empresa como receptora de una de las mayores inyecciones de capital de riesgo en el año, posicionándose casi al mismo nivel que gigantes del desarrollo de inteligencia artificial como OpenAI o Anthropic. Sin embargo, la identidad del inversionista nunca fue revelada inicialmente, y la única firma legal que apareció relacionada con el movimiento fue una reconocida firma de abogados que negó cualquier implicación real con la transacción. La opacidad sobre el origen de estos fondos ha provocado investigaciones por parte de entidades regulatorias como la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC).
Actualmente, Infinite Reality se enfrenta a una demanda por incumplimiento en la entrega de documentación financiera vinculada a una valoración anterior reportada cerca de los mil ochocientos millones de dólares, información que es vital para evaluar la salud financiera real de la organización y la legitimidad de su oferta pública inicial que finalmente no se concretó. Además, la empresa ha tenido que lidiar con múltiples demandas de proveedores y acreedores por facturas no pagadas en tiempo y forma, una señal clara de problemas de liquidez o mala gestión financiera. Estas disputas legales se han extendido incluso a entidades involucradas en prestaciones de servicios básicos para el funcionamiento del negocio, así como a compañías adquiridas que no solo han cuestionado la transparencia interna sino también la capacidad de Infinite Reality para manejar su complejo entramado corporativo. Mientras la visión del metaverso como el futuro del entretenimiento y la interacción digital seguía perdiendo entusiasmo entre inversionistas y usuarios, con Meta (antes Facebook) afrontando severos reveses en sus intentos de consolidar su proyecto Horizon Worlds, Infinite Reality aparecía como una paradoja. En un momento en que el capital de riesgo se alejaba del rubro, esta compañía anunciaba récords de inversión que, por su magnitud y condiciones, no tenían precedentes en una industria considerada en declive.
La comunidad tecnológica y de inversión ha mostrado sorpresa y escepticismo ante este fenómeno. Al preguntarse por qué una empresa poco conocida en el sector y sin historial comprobado de innovación disruptiva podría atraer tanto dinero, expertos sugieren que detrás hay una mezcla de marketing agresivo, la construcción de una narrativa atractiva y el aprovechamiento de los ciclos de financiación a gran escala en el ecosistema tecnológico. Sin embargo, el hecho de que muchos actores relevantes del metaverso y Web3, incluyendo inversores y desarrolladores destacados, desconocieran la existencia o presencia real de Infinite Reality, genera alertas sobre la legitimidad de sus afirmaciones y la solidez de su negocio. En términos estratégicos, la compañía ha empleado la adquisición de empresas con cierta reputación o activos interesantes como mecanismo para inflar su valoración y aparentar una posición dominante en el mercado. Ejemplo de ello son las compras de compañías como Drone Racing League y Touchcast, ambas por cifras que parecen desproporcionadas comparadas con su actividad comercial real y reconocimiento en sus respectivos sectores.
Este modelo de crecimiento basado en adquisiciones ha fomentado una estructura corporativa difícil de analizar y auditar, complicando aún más la comprensión del verdadero valor de Infinite Reality. La aproximación de Infinite Reality hacía alianzas estratégicas también genera interrogantes. Acunto ha mencionado repetidamente una supuesta asociación con Google para potenciar tecnologías de inteligencia artificial como Gemini, sin embargo, Google ha desmentido cualquier colaboración especial, indicando que Infinite Reality sería apenas un cliente más de sus servicios en la nube. Esta discrepancia pone en jaque la credibilidad del relato de la empresa y dificulta confiar en la información suministrada a sus socios y potenciales inversores. Aunque la startup afirma estar en pleno proceso de sanear su situación financiera y resolver las múltiples demandas, el panorama actual muestra una empresa con serios desafíos legales y financieros.