La amistad es una de las conexiones humanas más valiosas y enriquecedoras, que contribuye directamente a nuestra felicidad, bienestar emocional y satisfacción en la vida. Sin embargo, en la era actual, dominada por los compromisos laborales, el ritmo acelerado y las distracciones digitales, surge la pregunta: ¿cuántas horas se necesitan para hacer un amigo? La respuesta no es sencilla, ya que construir amistades sólidas implica factores tanto cuantitativos como cualitativos que influyen en cómo y cuándo una relación evoluciona de meros conocidos a amigos cercanos. Diversos estudios recientes ofrecen perspectivas fascinantes sobre este tema, reflexionando no solo sobre la cantidad de tiempo que las personas pasan juntas, sino también sobre la calidad y el contexto de ese tiempo compartido. Por ejemplo, la investigación académica se basa en hipótesis evolucionistas y psicológicas que destacan tanto las limitaciones cognitivas del ser humano para mantener relaciones como la importancia del tiempo como recurso valioso para el desarrollo de vínculos sociales. Uno de los modelos fundamentales para entender estos límites es la hipótesis del cerebro social de Robin Dunbar, que sugiere que hay un tope en el número de relaciones significativas que una persona puede mantener debido a restricciones neurobiológicas y temporales.
Según Dunbar, tan solo unas quince personas forman el círculo íntimo de amigos cercanos, lo que implica una considerable inversión de tiempo en cada relación para mantener ese nivel de cercanía y apoyo mutuo. Pero, ¿qué significa realmente hacer un amigo? La investigación distingue varios niveles de amistad, desde conocidos hasta amigos casuales, amigos formales y amigos íntimos o mejores amigos. Cada nivel representa un grado de confianza, apoyo emocional y frecuencia de interacción diferente. ¿Cuánto tiempo se necesita para avanzar por estas etapas? Un estudio centrado en personas adultas que se mudaron a una nueva ciudad encontró que para que un conocido pase a ser un amigo casual se requiere alrededor de 94 horas de tiempo compartido. Para evolucionar de amigo casual a amigo (un vínculo más profundo) se necesitan aproximadamente 164 horas.
Finalmente, para consolidar una amistad buena o de máxima confianza, la relación suele demandar más de 200 horas de interacción conjunta. Estos resultados ponen en contexto una necesidad de inversión considerable para el desarrollo auténtico de amistades con verdadero significado. En otro estudio realizado con estudiantes universitarios durante sus primeras semanas de residencia en campus, las cifras son algo menores, probablemente debido a la concentración de oportunidades sociales y la mayor disponibilidad de tiempo típico en la vida universitaria. Allí, pasar alrededor de 43 horas juntos ya aumentaba la probabilidad de que un conocido se convirtiera en amigo casual. La transición de amigo casual a amigo establecía su umbral después de aproximadamente 57 horas, mientras que para alcanzar la categoría de amigo íntimo eran necesarias alrededor de 119 horas.
Estas diferencias sugieren que el contexto de vida y las circunstancias temporales juegan un papel clave en la rapidez con que se establecen las amistades, con entornos sociales intensos y fluidos como universidades facilitando relaciones más rápidas. Importa no solo la cantidad de tiempo sino lo que las personas hacen durante esas horas. Pasar tiempo haciendo actividades conjuntas de ocio — como salir a caminar, practicar deportes, ir a eventos sociales o simplemente relajarse juntos — fomenta una mayor cercanía que el tiempo pasado en contextos cerrados y obligatorios como el trabajo o la escuela. El compartir experiencias placenteras genera recuerdos y satisfacción, elementos esenciales para estrechar lazos. Asimismo, las conversaciones juegan un rol fundamental.
No se trata de la cantidad de palabras o minutos hablando, sino de la profundidad y la calidad del diálogo. Mostrar interés genuino, intercambiar vivencias personales, bromear con confianza, expresarse con afecto y ponerse al día sobre la vida diaria refuerzan la sensación de pertenencia y confianza mutua. Por el contrario, el «small talk» o charla superficial acerca de temas triviales puede no solo ser menos efectivo, sino incluso estar asociado con un estancamiento o disminución de la cercanía en la amistad. La teoría comunicativa denominada Comunicando, Uniendo, Perteneciendo (CBB por sus siglas en inglés) enfatiza que las relaciones exitosas se construyen optimizando tanto el tiempo compartido como el contenido de dichas interacciones, atendiendo a las necesidades innatas del ser humano de sentirse integrado y valorado en un grupo social. Cabe destacar también que el tiempo es un recurso limitado, y dedicar más horas a una amistad significa un costo de oportunidad, ya que reduce el tiempo disponible para otras relaciones o actividades personales.
Por eso, las personas tienden a invertir más en aquellos vínculos que consideran más satisfactorios o útiles a nivel afectivo y social. Por lo tanto, no solo el número de horas importa, sino la intención y elección detrás de cada encuentro. La cercanía emocional crece más cuando hay una voluntad consciente de cultivar comunicación auténtica y compartir momentos significativos que cuando el encuentro ocurre por obligación o rutina. En la vida adulta, especialmente para quienes tienen responsabilidades laborales y familiares, encontrar tiempo para la amistad muchas veces es un desafío. Se reporta que los adultos promedio dedican tan solo alrededor de 41 minutos diarios a socializar, mucho menos que el tiempo destinado a otras actividades como ver televisión o desplazarse.
Esto hace que la gestión del tiempo social se convierta en una habilidad estratégica para mantener amistades fuertes. Se sugiere priorizar espacios de tiempo donde se pueda convivir disfrutando y dialogando de manera profunda, así como buscar oportunidades para crear momentos compartidos fuera de contextos estrictamente laborales o escolares. En síntesis, construir amistades verdaderas demanda una inversión temporal considerable, un ambiente propicio para la interacción y un tipo de comunicación orientado a satisfacer las necesidades emocionales y sociales de ambos involucrados. Entre 40 a 60 horas suelen ser necesarias para hacer un amigo casual; de 80 a 100 para consolidar una amistad más formal; y superar las 100 horas para llegar a tener un amigo cercano o mejor amigo, con variaciones según el contexto vital. Por último, es fundamental recordar que la amistad es un proceso dinámico y bidireccional, donde el compromiso, la reciproca y la autenticidad juegan un papel crucial más allá del simple conteo de horas.
Entender y valorar el tiempo dedicado a las relaciones sociales, así como la calidad del vínculo que se construye, puede ayudarnos a fortalecer más y mejores amistades, contribuyendo así a nuestro bienestar integral y felicidad duradera.