En los últimos años, la Inteligencia Artificial (IA) ha capturado la imaginación de millones de personas en todo el mundo, con especial atención a los grandes modelos de lenguaje, conocidos como LLM (Large Language Models). Estos modelos prometen revolucionar desde la generación de contenido hasta la automatización de tareas complejas. Sin embargo, detrás del brillante escaparate publicitario y la retórica grandilocuente, se oculta una realidad mucho menos halagüeña. Estamos siendo víctimas de una gran estafa, una narrativa cuidadosamente construida por gigantes tecnológicos que buscan perpetuar la ilusión de que ejecutar y utilizar LLM es accesible, económico y útil para cualquier interesado. La verdad es bastante distinta y merece ser puesta sobre la mesa con honestidad y detalle.
El primer punto crucial para entender esta situación es reconocer los costos exorbitantes involucrados en el entrenamiento y la ejecución de estos modelos. Aunque algunas publicaciones oficiales destacan resultados de modelos completos con miles de millones de parámetros, la realidad para cualquiera que quiera implementar o hacer uso cotidiano de un LLM es otra. Los costos de infraestructura computacional, especialmente cuando hablamos de GPUs avanzadas como las Nvidia H100, son prohibitivos para la mayoría. Por ejemplo, ejecutar modelos como el Deepseek-R1 con sus 671 mil millones de parámetros puede requerir el uso de 32 GPUs H100 simultáneamente, lo que se traduciría en un gasto mensual de casi 300 mil dólares solo en instancias en la nube. Es una suma que está muy lejos del alcance de cualquier desarrollador independiente o incluso muchas empresas pequeñas y medianas.
La narrativa vende la idea de que versiones más pequeñas o cuantizadas del modelo pueden ofrecer un rendimiento comparable, pero la realidad es que existen diferencias significativas en la capacidad y calidad de respuesta. Estas versiones recortadas no siempre cumplen con los estándares presentados en los benchmarks oficiales, que invariablemente siempre se hacen con los modelos completos. A pesar de ello, se promueve la falsa percepción de que puedes tener casi el mismo nivel de funcionalidad con una fracción de los recursos y sin sacrificar la calidad, lo cual no es cierto en la práctica cotidiana. Muchas personas han intentado crear proyectos sencillos con estos modelos, como generadores de recetas o asistentes básicos, solo para descubrir que el costo computacional para mantener estos servicios activos supera ampliamente su valor real o su utilidad práctica. ¿Vale la pena gastar miles de dólares al mes solo para generar una receta de lasaña que probablemente nunca cocinarás? La respuesta es claramente negativa, pero la mercadotecnia de Big LLM sigue impulsando a los usuarios finales a creer que esto es viable y hasta necesario para estar a la vanguardia tecnológica.
Los gigantes tecnológicos como Google, IBM y otros, lejos de aclarar estos temas, tienden a confundir más a los usuarios con mensajes ambiguos o representaciones engañosas. Por ejemplo, Google promociona su modelo Gemma 3 como "el modelo más capaz que puedes ejecutar en una sola GPU", dando la impresión de que cualquiera con un equipo relativamente potente puede aprovecharlo, pero lo cierto es que adquirir una GPU H100 cuesta prácticamente lo mismo que un automóvil nuevo, y los costos en la nube asociadas son igualmente desalentadores. IBM tampoco se queda atrás al difundir contenido que parece útil para quienes quieren experimentar con LLMs en sus propios dispositivos, sugiriendo que incluso con 8GB de RAM es posible ejecutar ciertas versiones reducidas de estos modelos. Sin embargo, quienes realmente trabajan con estas tecnologías saben que semejante afirmación está muy lejos de la realidad. Incluso los entusiastas más dedicados requieren decenas de gigabytes de RAM y varias GPUs para obtener una experiencia decente, y mucho menos para trabajar con los modelos tamaño completo.
Estas incongruencias no son pura casualidad, sino partes de una estrategia para presentar la IA como algo mágico y omnipresente cuando, en definitiva, en la mayoría de los casos siguen siendo tecnologías exclusivas, lentas y costosas. Muchos usuarios incluso admiten ignorar las sugerencias generadas por sus propios asistentes de inteligencia artificial, como ocurre con algunos editores de código inteligente, que no logran entregar resultados satisfactorios pese a contar con cientos de GPUs en la nube respaldándolos. A nivel empresarial y de investigación, el gasto en potencia computacional es tan alto que sólo grandes corporaciones o proyectos con abundante financiamiento pueden permitirse entrenar o mantener estos modelos activos y actualizados. Para el público general, comprar acceso o intentar operar estas herramientas suele terminar siendo un gasto inútil o un ejercicio de frustración. En este contexto, la pregunta fundamental que debemos plantearnos es qué valor real aportan estos modelos.
Si restricciones presupuestarias y técnicas son tan exigentes, y la calidad a menudo no es acorde a lo esperado, ¿no estaremos simplemente alimentando una burbuja de expectativas? Es necesario ser críticos y reconocer que, aunque el campo de la IA tiene un enorme potencial, muchas veces las promesas sobre modelos como los LLM se venden con hipérboles y engaños que poco tienen que ver con la experiencia práctica. Frente a este panorama desalentador, lo recomendable para usuarios y desarrolladores es centrarse en soluciones más manejables y eficientes, que prioricen la utilidad real sobre la espectacularidad. Herramientas más pequeñas, menos costosas y bien optimizadas pueden lograr mejores resultados en contextos específicos sin terminar convertidas en un agujero negro para finanzas y recursos técnicos. En definitiva, la llamada revolución de los grandes modelos de lenguaje aún está en una etapa muy preliminar y no exenta de problemas. Reconocer sus limitaciones reales, cuestionar el marketing voraz que los rodea y exigir mayor transparencia es indispensable para no caer en la trampa de Big LLM.
La industria necesita un enfoque más honesto y sostenible, donde la IA sirva a la gente y no sólo sea un producto atractivo para quien puede pagar montañas de GPUs. Mientras tanto, los usuarios comunes harían bien en reducir expectativas y buscar alternativas prácticas para resolver sus necesidades cotidianas sin gastar fortunas en promesas vacías. En lugar de gastar decenas de miles de dólares al mes para generar ideas que no se aplicarán, quizás lo más sensato sea regresar a lo básico, por ejemplo, preparar una simple y deliciosa pasta casera. Esa es una estrategia que ofrece gratificación inmediata y precio accesible, muy diferente a la fantasía costosa que Big LLM nos quiere vender.