En un mundo cada vez más interconectado, las redes sociales se han convertido en una herramienta fundamental para que las comunidades vulnerables puedan expresar sus realidades, compartir información y generar solidaridad internacional. Para el pueblo palestino, especialmente durante el creciente conflicto en 2024, estas plataformas han servido como un canal esencial para difundir imágenes, testimonios y análisis sobre la situación en Gaza y los territorios ocupados. Sin embargo, un preocupante patrón de censura y supresión digital está silenciando estas voces, impidiendo que sus historias alcancen al mundo y que la verdad se documente con claridad. La organización Sada Social, dedicada a los derechos digitales palestinos, publicó un informe alarmante que revela que más de 25.000 violaciones contra contenidos palestinos en plataformas como Instagram, TikTok, Facebook y X se contabilizaron solo en el primer semestre de 2024.
Este fenómeno no solo limita la libertad de expresión de los usuarios, sino que también obstaculiza el acceso global a información crucial durante un momento en que el Tribunal Internacional de Justicia ha señalado indicios plausibles de genocidio en Gaza. Las formas de censura identificadas incluyen desde la eliminación directa de publicaciones hasta el bloqueo invisible o “shadow banning”, la suspensión temporal o permanente de cuentas, y restricciones algorítmicas que disminuyen la visibilidad de los contenidos. Entre los contenidos afectados se encuentran publicaciones que muestran el impacto de la guerra, fotografías de mártires, mensajes de solidaridad y críticas sociales o políticas. Un dato relevante es que casi un tercio de estas violaciones afectó a periodistas y medios, lo que agrava la crisis, ya que el periodismo independiente local es clave para que los medios internacionales puedan narrar lo que sucede al interior de Gaza, una zona donde el acceso físico es extremadamente limitado o peligroso. Mujeres periodistas también fueron blanco directo de estas prácticas, evidenciando un patrón discriminatorio y patriarcal.
Las consecuencias de esta censura van más allá del mero control de contenido digital. Al silenciar narrativas palestinas, las plataformas contribuyen a una narrativa global distorsionada y asimétrica, donde la violencia y las violaciones de derechos humanos sufren invisibilización o un tratamiento parcial. Incluso algunas publicaciones ni siquiera relacionadas directamente con el conflicto, como la cobertura del asesinato de Ismail Haniyeh en Teherán, fueron eliminadas o censuradas sin explicaciones claras. Mientras las voces palestinas enfrentan este cerco digital, el discurso de odio y la incitación contra esta comunidad crecen sin control en las mismas redes. Sada Social reportó más de 87.
000 casos de incitación digital en 2024, principalmente en Telegram y X, donde se propagan mensajes que llaman a la violencia, la deshumanización y la limpieza étnica. No es menor que muchos de estos mensajes provengan de figuras públicas israelíes, soldados o influenciadores, lo que refleja una política oficial de promoción del odio y la desinformación para sostener ventajas políticas y militares. Esta doble vara en la moderación y aplicación de las políticas de contenido no solo genera una profunda injusticia digital, sino que plantea cuestionamientos éticos y legales sobre el papel de las gigantes tecnológicas. Las plataformas, que se presentan a menudo como espacios neutrales para la libre expresión, terminan siendo actores activos que intervienen en un conflicto asimétrico mediante algoritmos y procesos opacos. La línea entre moderación de contenido y censura se vuelve difusa cuando el desequilibrio de poder y el contexto político guían las decisiones.
La comunidad palestina, tanto en los territorios ocupados como en la diáspora, se ha manifestado a través de encuestas que confirman esta realidad de represión digital. La mayoría de los usuarios lamentan haber sido censurados o haber experimentado restricciones, especialmente al publicar sobre temas vinculados a mártires, agresiones militares, resistencia y campañas de boicot. La censura no se limita a una geografía específica ni a un medio social: afecta a Facebook, Instagram, TikTok y X por igual, ampliando la brecha digital y el aislamiento simbólico. Este fenómeno tiene profundas implicaciones para la lucha por los derechos humanos y la justicia global. En tiempos de guerra y ocupación, el acceso a la información veraz y la capacidad de denunciar crímenes son herramientas indispensables para frenar la violencia y exigir responsabilidad.
La limitación de la expresión digital de los palestinos equivale a un silenciamiento que dificulta la movilización internacional y debilita la presión para acabar con las agresiones y las violaciones sistemáticas. Organizaciones de la sociedad civil, defensores de derechos humanos y expertos en tecnología hacen un llamado urgente a gobiernos, organismos multilaterales y a las mismas empresas tecnológicas para que revisen sus políticas de contenido, garanticen transparencia y respeten los derechos fundamentales en contextos de conflicto. La defensa de los derechos digitales debe reconocerse como una extensión inseparable de los derechos humanos, en particular cuando resguardar la libertad de expresión puede proteger vidas y preservar la memoria histórica. En definitiva, el conflicto palestino-israelí no solo se libra en escenarios físicos, sino que cruzó la frontera hacia el ámbito digital, donde se juegan batallas simbólicas esenciales. Aunque las redes sociales deberían ser un espacio donde cualquier voz pueda ser escuchada, la realidad muestra cómo muchas veces diventan herramientas de censura y exclusión para quienes más necesitan ser vistos y comprendidos.
La lucha por preservar la narrativa palestina en línea es, por tanto, también una batalla por la justicia, la dignidad y la verdad en el siglo XXI.