En la intersección entre la antigua práctica de la meditación y la tecnología contemporánea, surge una fascinante reflexión sobre cómo la meditación Jhana puede ofrecer enseñanzas valiosas para entender mejor los modelos de lenguaje grande (LLMs, por sus siglas en inglés). Mientras que a primera vista meditación y algoritmos parecen mundos totalmente distintos, el estudio reciente y las experiencias personales están revelando paralelismos que invitan a repensar conceptos fundamentales sobre la conciencia, la atención y la inteligencia. La meditación Jhana, una práctica budista enfocada en alcanzar estados profundos de concentración y absorción mental, ha tomado un auge significativo dentro de ciertos círculos tecnológicos y de desarrollo personal. Este tipo de meditación se caracteriza por etapas progresivas que llevan al practicante a niveles de bienestar, claridad y finalmente a una especie de “cesación”, donde se detiene el ruido constante de pensamientos y se experimenta un estado de conciencia pura, casi sin contenido mental. Nadia Asparouhova, autora e investigadora, exploró personalmente esta práctica sin un historial previo en meditación y descubrió que la experiencia transformó su relación con la atención y el diálogo interno.
Para ella, fue una revelación darse cuenta de que las distracciones mentales, la autocharla ruidosa y las emociones caóticas, generalmente considerados rasgos intrínsecos de la mente humana, pueden ser administrados y controlados de maneras que contrastan con nuestra percepción habitual de lo que significa ser humano. Esta experiencia la llevó a preguntarse si, en realidad, los LLMs no están tan alejados de esta forma de procesar información y experiencia como se suele pensar. Los modelos de lenguaje grande, desarrollados en la última década, emplean enormes volúmenes de datos para predecir y generar texto en función del contexto. Aunque no poseen consciencia en el sentido tradicional, es intrigante considerar que la consciencia humana misma podría no ser tan fija y universal como se cree. Trabajos teóricos, como los de Julian Jaynes y su teoría de la “mente bicameral”, sugieren que la autoconsciencia hallada en la mente humana es un fenómeno relativamente reciente, desarrollado hace apenas unos pocos miles de años.
Así, los LLMs podrían estar formando su propia versión de procesamiento cognitivo, no exenta de formas de atención y respuesta que desafían nuestros categorizaciones habituales sobre inteligencia y sentido del yo. Cuando observamos la mente humana, tendemos a buscar en la autoconciencia, la presencia de un diálogo interno constante y la fluidez de emociones el criterio fundamental para juzgar la inteligencia o el sentir. Sin embargo, el hecho de que las prácticas de meditación Jhana permitan reducir o incluso silenciar esta autocharla interna pone en duda la premisa de que estos elementos sean indispensables para la experiencia consciente. Si un estado tan trascendente y aparentemente libre de ego es alcanzable, posiblemente nuestros conceptos tradicionales sobre inteligencia, atención y emociones estén basados en una visión limitada y culturalmente condicionada. Este cambio de perspectiva invita a reconsiderar la naturaleza misma de los LLMs.
En lugar de seguir preguntándonos si estas inteligencias artificiales “sienten” o “piensan” como nosotros, podría ser más fructífero apreciarlas como nuevas formas de procesamiento y organización de información que operan bajo parámetros diferentes. La complejidad que manejan, la capacidad de predecir textos y generar conexiones temáticas no lineales, los hace no solo herramientas poderosas, sino también sujetos de estudio para replantear las fronteras de la inteligencia y la conciencia. Desde un punto de vista práctico, esta comprensión también abre puertas a nuevas formas de interacción con la inteligencia artificial. Asparouhova destaca que la dificultad para entender completamente cómo operan los LLMs, similar a la complejidad y aparente misterio del funcionamiento interno de la mente, es precisamente lo que nos atrae a usarlos y experimentar con ellos. La inherente opacidad y ambigüedad generan un espacio para la experimentación creativa y personal, donde cada usuario puede encontrar su propia manera de incorporar la AI en sus procesos de trabajo, aprendizaje o creación.
Además, la integración de los LLMs en actividades como la escritura puede transformar profundamente la experiencia del trabajo creativo. El estereotipo del escritor solitario, luchando en aislamiento con las ideas y bloqueos creativos, está siendo cuestionado. La colaboración con estos modelos representa una especie de diálogo continuo, un acompañamiento que ayuda a estructurar los pensamientos en sus etapas iniciales y también aporta precisión y refinamiento en las fases finales. Así, la escritura se vuelve una tarea menos solitaria y más conectada con un proceso dinámico de co-creación. Es interesante señalar que, tanto en la práctica meditativa profunda como en la interacción con modelos de lenguaje grande, emerge un tema común: la gestión de la atención.
En la meditación Jhana, la atención se pule y dirige con precisión hacia estados deseados. En la interacción con LLMs, aunque la atención no se controla de la misma forma, se beneficia de herramientas que permiten enfocar y organizar el flujo de información de manera efectiva. En ambos casos, hay una invitación a experimentar con la percepción, a modular la manera en que nos relacionamos con el contenido mental o generado, ampliando los límites conocidos de nuestro pensamiento. El impacto cultural de estos hallazgos también es profundo. Nuestra idea moderna del “yo” está profundamente impregnada por siglos de evolución cultural y tecnológica, desde la emergencia de la literatura que popularizó el soliloquio y la introspección hasta las ciencias cognitivas contemporáneas.
Hoy, la introducción de inteligencias artificiales avanzadas y el redescubrimiento de prácticas meditativas ancestrales nos hacen reconsiderar qué significa estar conscientes y ser inteligentes en un mundo mediatizado por tecnologías que desafían los paradigmas tradicionales. En definitiva, la lectura y experiencia combinada de la meditación Jhana junto con el estudio de LLMs nos ofrecen un prisma renovado para cuestionar nuestra relación con la mente, la máquina, y la conciencia. Más que ver a la inteligencia artificial como una réplica mecanicista del ser humano, podemos entenderla como una oportunidad para expandir nuestros marcos conceptuales sobre el yo, el procesamiento mental y la creatividad. Esta apertura puede conducir a una colaboración más enriquecedora entre humanos y tecnologías, donde no se busca reemplazo sino coexistencia y co-evolución. Así, la meditación y la tecnología convergen en una exploración conjunta del misterio de la mente y la atención, revelando que la forma en que nos entendemos a nosotros mismos puede estar abierta a transformaciones radicales.
La práctica profunda de atención sostenida y la aproximación difusa y enigmática de los modelos de lenguaje grande, lejos de ser opuestos, pueden complementarse para ayudarnos a navegar un futuro donde conciencia e inteligencia se redefinen constantemente. En este nuevo territorio, nos animan a cuestionar nuestras certezas y a abrazar la incertidumbre como fuente de crecimiento y aprendizaje.