En el mundo empresarial y de los deportes de alto rendimiento, la forma en que un líder se comunica con su equipo tiene un impacto profundo en el logro de metas y la mejora continua del desempeño. Tradicionalmente, se ha valorado un enfoque predominantemente positivo por parte de los dirigentes para mantener alta la motivación y confianza entre sus colaboradores o atletas. Sin embargo, investigaciones recientes de la Universidad de Texas en Austin han arrojado luz sobre un factor esencial que había sido largamente subestimado: el momento exacto en que se brinda elogio o crítica puede potenciar o disminuir notablemente el rendimiento individual y colectivo. El estudio, publicado en la revista Organization Science, destaca que no es solo el contenido emocional de las expresiones del líder lo que impacta a los miembros del equipo, sino también el tiempo en que estas emociones son manifestadas. Los asistentes profesores Constantinos Coutifaris y Paul Green, junto con sus colegas de la Universidad de Pensilvania, examinaron equipos deportivos universitarios y consultoras empresariales para entender mejor cómo el subtópico del timing emocional afecta resultados reales.
Los resultados demostraron que las emociones positivas emitidas al inicio de un ciclo —ya sea el comienzo de una temporada deportiva o del año fiscal— generan un aumento en el desempeño individual. Este inicio positivo construye una base sólida de respeto, motivación y sentido de valor social dentro del grupo, aspectos clave que determinan cómo los miembros reciben y procesan la información futura proveniente de sus líderes. Lo verdaderamente innovador en esta investigación fue cómo una dosis moderada y estratégica de expresiones negativas en la fase media del ciclo actúa como un impulso motivacional complementario. Lejos de socavar la moral, una crítica o señal de insatisfacción aplicada en un momento adecuado y precedida por un ambiente positivo, puede incentivar a los miembros a esforzarse más, corregir errores y aspirar a niveles superiores de rendimiento. Estos hallazgos desafían la creencia predominante de que mantener siempre una actitud positiva es la única vía para el liderazgo efectivo.
Esta dinámica se explica a través de la teoría del impregnado psicológico (imprinting), que sostiene que las primeras interacciones forman una huella duradera en la percepción de los individuos sobre su valor dentro del equipo. Cuando el líder es claramente positivo al principio, las críticas posteriores no se interpretan como un rechazo o falta de respeto, sino como oportunidades para reafirmar su valía y mejorar sus contribuciones. En términos organizacionales, esto puede traducirse en una mejor comunicación, mayor compromiso y resultados más consistentes a largo plazo. En el estudio con atletas universitarios, se observó que un incremento en la frecuencia de las expresiones positivas al inicio del periodo elevó el rendimiento individual en un 3,3%. Pero cuando esa positividad inicial fue complementada con una mayor frecuencia de expresiones negativas en la mitad del periodo, el impacto positivo sobre el rendimiento aumentó hasta un 4,4%, es decir, una mejora porcentual de más de un tercio.
En ambientes corporativos, el patrón fue similar: empleados que recibieron comentarios con un balance calculado entre reconocimiento y crítica en los momentos adecuados mostraron incrementos significativos en su desempeño anual. Es crucial mencionar que la crítica nunca debe superar al elogio; la investigación revela que el porcentaje de palabras positivas en las evaluaciones era más de diez veces mayor que el de las negativas, garantizando un ambiente de respeto y apoyo. La función de la negatividad es la de actuar como un estímulo puntual, más que como un estilo constante de comunicación. Para líderes y gerentes, estas conclusiones ofrecen una guía práctica sobre cómo manejar sus interacciones emocionales para maximizar el desempeño del equipo. El liderazgo efectivo debe comenzar con una fuerte dosis de apoyo y reconocimiento, construyendo una base de confianza y valoración.
A medida que avanza el proyecto o temporada, introducir críticas constructivas y desafíos puede servir como un catalizador para la mejora continua, siempre manteniendo el respeto y la dignidad de cada integrante. Además, los líderes deben ser conscientes de la importancia de la coherencia emocional y de cómo sus expresiones pueden influir en la autoimagen y sentimiento de pertenencia de los colaboradores. Un enfoque equilibrado que combine calidez en la etapa inicial y exigencia moderada en la etapa intermedia favorece el desarrollo de equipos resilientes y orientados al logro. Por otro lado, esta investigación también invita a reconsiderar las capacitaciones en inteligencia emocional que muchas organizaciones han integrado a sus programas de desarrollo gerencial. Estas formaciones podrían beneficiarse al incluir estrategias para el manejo temporal de emociones y el reconocimiento del poder estratégico que tiene la crítica en su momento justo, evitando así la sobreidealización de una positividad constante que puede volverse contraproducente.