En un mundo cada vez más dominado por la tecnología digital y las comunicaciones instantáneas, puede parecer que las transmisiones tradicionales de radio han quedado relegadas a un segundo plano. Sin embargo, la Onda Larga (LW) sigue siendo un componente imprescindible y vital dentro del panorama de la radiodifusión contemporánea, especialmente en países como el Reino Unido, donde se ha anunciado un posible cierre de esta tecnología centenaria que data de 1925. La proliferación de plataformas en línea y servicios de streaming no logra reemplazar por completo las características únicas que ofrece la radiodifusión en Onda Larga, particularmente en términos de alcance, confiabilidad y eficiencia energética. La Onda Larga constituye una infraestructura de comunicación nacional crítica, especialmente en momentos de crisis o conflictos. A diferencia de otras formas de transmisión que dependen en gran medida de redes digitales vulnerables o satélites, la señal de Onda Larga es resistente, capaz de cubrir extensas áreas geográficas con una sola emisión y sin la necesidad de dispositivos o conexiones complicadas.
Por ello, representa un sistema de respaldo indispensable para transmitir información imparcial y urgente a la población, sirviendo como una herramienta de ‘poder blando’ en el ámbito internacional. El valor de esta tecnología no solo se limita a las fronteras nacionales, sino que también actúa como un medio para proyectar la voz y las políticas culturales hacia el exterior, ayudando a establecer y mantener la presencia y la influencia de un país en la región y en el mundo. Un factor central que refuerza la vigencia de la Onda Larga es su eficiencia energética. Lo que distingue a esta tecnología es su capacidad para llegar, simultáneamente, a una audiencia masiva con un menor consumo de energía en comparación con otras plataformas como la FM o la transmisión digital. En tiempos donde la sostenibilidad y la reducción del impacto ambiental son temas prioritarios, la Onda Larga ofrece una alternativa envidiable.
Esta eficiencia convierte a las emisiones en LW en una opción económica y sostenible para la radiodifusión a gran escala, especialmente en épocas donde el consumo energético global preocupa tanto a gobiernos como a ciudadanos. Más allá de sus cualidades técnicas, la Onda Larga continúa siendo crucial para comunidades rurales y para aquellos que dependen de la radio en el mar, donde otras formas de recepción son escasamente accesibles o imposibles de captar. En ciertas regiones remotas, la señal de FM puede presentar interrupciones o no estar disponible, y la conexión a internet puede ser limitada o inexistente. Esto deja a la Onda Larga como la única fuente confiable de información, entretenimiento y noticias de calidad, especialmente vital para pescadores, marineros y habitantes de áreas rurales cuyos medios de comunicación alternativos carecen de cobertura. La continuidad de esta tecnología significa asegurar que esas comunidades no queden aisladas y que tengan acceso a contenidos críticos.
Desde un punto de vista histórico y cultural, la Onda Larga posee un valor patrimonial incalculable. Las emisiones que comenzaron hace casi un siglo desde lugares icónicos como Daventry han sido testigos y partícipes en la evolución de la radiodifusión y de la sociedad en general. Para muchas generaciones, este medio no es solo un dispositivo de comunicación, sino un símbolo de identidad cultural y de conexión con el pasado. La preservación y mantenimiento de la Onda Larga es también un acto de respeto hacia ese legado que ha influido en cómo se ha concebido la comunicación a lo largo del tiempo. Además, la defensa de la Onda Larga no es solo una cuestión histórica para una minoría nostálgica y limitada en tiempo: numerosos estudios y peticiones públicas demuestran que existe un público activo y diverso que valora este formato.
La aceptación social no solo persiste, sino que muestra signos de revitalización, con jóvenes que descubren la Onda Larga como un medio diferente y con voces fiables en un ecosistema digital saturado por la desinformación y las noticias sesgadas. En un entorno en el que la confianza en la información es una preocupación creciente, la claridad, imparcialidad y estabilidad de la Onda Larga representan un recurso fundamental para el acceso a noticias de calidad y diversidad de pensamiento. Recientemente, ha surgido un intenso debate tras anuncios oficiales de que la BBC planea apagar su señal de Onda Larga a finales de junio de 2025. Este hecho coincide con el centenario histórico de las primeras transmisiones de Onda Larga, lo que subraya la importancia simbólica y práctica de esta antena de comunicación que ha acompañado a generaciones enteras. El cierre implicaría perder más que una simple frecuencia; representaría una reducción en la capacidad nacional para asegurar comunicaciones vitales y una pérdida cultural significativa.
Muchos defensores del medio han movilizado campañas, recogido firmas y expresado su preocupación pública, argumentando con firmeza sobre las consecuencias que tendría esta medida. Algunas voces dentro de la industria y el gobierno consideran que mantener la Onda Larga es un gasto innecesario en plena era digital, donde la audiencia está migrando hacia plataformas online y digitales. Sin embargo, esta perspectiva subestima varios aspectos: primero, que la universalidad absoluta del acceso a internet todavía es una realidad distante en muchas regiones; segundo, que la vulnerabilidad de las infraestructuras digitales ante fallos técnicos, ataques cibernéticos y desastres naturales no puede ser ignorada; y tercero, que el valor de mantener una diversidad de canales de comunicación, incluidos los analógicos, es clave para una sociedad resiliente y plural. El debate sobre la Onda Larga es emblemático de una discusión más amplia sobre cómo valoramos y preservamos el patrimonio tecnológico y cultural. La tecnología, aunque evoluciona, debe considerar también la durabilidad y accesibilidad para todos, sin dejar atrás a partes importantes de la población.