La adquisición del caza F-35 por parte de Canadá ha sido una operación que ha involucrado importantes inversiones y expectativas estratégicas para fortalecer la capacidad militar del país. Sin embargo, detrás de esta compra se encuentra una compleja realidad que involucra el control externo sobre elementos clave del mantenimiento y operatividad de la flota: las piezas de repuesto. Estas repuestos, aunque almacenadas en bases militares canadienses en Quebec y Alberta, son propiedad y están bajo el control del gobierno de Estados Unidos hasta que se instalan en las aeronaves, lo que representa un desafío significativo para la soberanía militar canadiense. Este control estadounidense refleja la estructura de propiedad y gestión centralizada del programa F-35, diseñado para mantener una supervisión estrecha sobre todos los aspectos relacionados con el mantenimiento, la logística y las actualizaciones. La administración de estos componentes es gestionada por Estados Unidos "para el beneficio de todos los clientes", según declaraciones oficiales del Departamento de Defensa de Canadá.
Sin embargo, esta fórmula ha generado inquietudes en varios países socios, incluida Canadá, debido a la posibilidad real de que Estados Unidos pueda restringir el acceso a piezas o servicios en momentos críticos por razones políticas o estratégicas. El caso es especialmente delicado si se consideran precedentes internacionales, como sucedió con Dinamarca, donde el gobierno estadounidense retiró piezas almacenadas para sus F-35 y las reasignó a Israel, contraviniendo la política exterior danesa. Situaciones como esta ponen en evidencia las limitaciones que enfrentan países compradores del F-35 frente a decisiones unilaterales que pueden afectar su capacidad defensiva y autonomía en seguridad. En Canadá, este tema tomó especial relevancia en el contexto de amenazas y tensiones políticas generadas durante la administración del expresidente estadounidense Donald Trump, quien adoptó una postura más hostil hacia su vecino norteamericano, poniendo en duda la confianza y la estabilidad de las relaciones tradicionales en materia de defensa. La preocupación radica en la posibilidad de que Estados Unidos limite o bloquee el acceso a partes esenciales para los cazas, afectando directamente la operatividad y la soberanía canadiense en un momento donde la seguridad nacional es una prioridad.
Esta realidad ha motivado que el primer ministro canadiense ordenara una revisión exhaustiva de la compra de los F-35 por un valor aproximado de 19 mil millones de dólares, así como del impacto que el control estadounidense sobre las piezas de repuesto tiene sobre la independencia estratégica de Canadá. Aunque inicialmente Canadá se ha comprometido financieramente con la compra de 16 unidades, el programa contempla una posible adquisición total de hasta 88 cazas fabricados por Lockheed Martin, lo que implica una inversión considerable y una dependencia prolongada. Otro aspecto que preocupa a analistas y autoridades canadienses es el control que ejerce Estados Unidos sobre las actualizaciones de software, elemento crucial para el funcionamiento y la capacidad de combate de los F-35. Sin acceso pleno a estas actualizaciones, un país puede encontrarse en desventaja tecnológica o incluso limitado en sus funciones operativas. A nivel interno, hay voces críticas dentro del ámbito militar y de la industria de defensa canadiense que cuestionan la viabilidad y prudencia de mantener esta dependencia exclusiva en la tecnología y control estadounidense.
Algunos expertos sugieren priorizar adquisiciones y desarrollos con proveedores europeos o canadiense que podrían ofrecer mayor autonomía y estímulo a la industria local, incluso con propuestas de construcción de aeronaves en territorio canadiense. El debate sobre esta dependencia también se refleja en declaraciones de exfuncionarios militares como el teniente general retirado Yvan Blondin, quien encabezó la Real Fuerza Aérea Canadiense entre 2012 y 2015. Blondin sostiene que el F-35 era una opción adecuada dada la alianza estratégica centenaria con Estados Unidos, pero reconoce que los recientes cambios políticos y estratégicos en Washington han erosionado la confianza y la certeza de ese paraguas defensivo. Por ello, aconseja cautela y reconsideración en los futuros compromisos relacionados con los F-35. Este debate no es exclusivo de Canadá.