En los últimos años, Silicon Valley se ha consolidado como el epicentro mundial de la innovación tecnológica y, al mismo tiempo, como una fuente intensa de discursos sobre el futuro de la humanidad. Sin embargo, detrás de la brillantez aparente y el progreso prometido, surgen numerosas ideas cuestionables, a menudo carentes de fundamentos científicos y cargadas de implicaciones éticas y sociales preocupantes. Adam Becker, periodista científico y doctor en cosmología, aborda con rigor y escepticismo estas narrativas dominantes en su libro "More Everything Forever: AI Overlords, Space Empires, and Silicon Valley’s Crusade to Control the Fate of Humanity", donde critica el pensamiento tecnocrático y utópico que predomina entre los líderes del sector. La obra de Becker nace de la inquietud ante visiones maximalistas que dicen tener la llave para resolver todos los problemas del planeta a través de la inteligencia artificial (IA) y el dominio tecnológico. Desde Elon Musk y Sam Altman hasta personajes menos conocidos pero igual de influyentes, muchos actores del ecosistema tech se han abrazado a la idea de una inteligencia artificial superinteligente que revolucionará el mundo y llevará a la humanidad hacia una especie de paraíso digital o incluso hacia la inmortalidad.
Becker examina ese discurso con ojo crítico y expone cómo detrás de ese avance tecnológico prometido, existe a menudo una agenda que prioriza intereses económicos y de poder por encima del bienestar global. La noción que se repite es que el progreso tecnológico, en particular la IA, resolverá cuestiones complejas como el cambio climático, la desigualdad social o incluso la gobernanza, sin necesidad de atender a las soluciones políticas y sociales que verdaderamente se requieren. Uno de los argumentos centrales de Becker es que la visión de Silicon Valley está impregnada por una mezcla de fe religiosa y cientificismo distorsionado. Muchos de estos líderes no solo creen en la inevitabilidad de la singularidad tecnológica y la superinteligencia artificial con resultados milagrosos, sino que además articulan esas creencias con teorías heredadas de corrientes intelectuales conservadoras, e incluso abiertamente racistas o eugenésicas, que cuestionan los valores democráticos y promueven modelos autoritarios. Este pensamiento es visible en algunas subculturas asociadas, como ciertos grupos racionalistas o efectivos altruistas que respiran ideas propias del neofeudalismo y la oscuridad política.
La intersección entre estas ideologías reaccionarias y la tecnología es particularmente alarmante. Becker alerta sobre personajes como Curtis Yarvin y Peter Thiel, cuyo proyecto de "renacimiento de la monarquía" y la disolución de las instituciones democráticas esgrimida desde Silicon Valley, se ha infiltrado hasta en las más altas esferas políticas, influyendo en la agenda de figuras como JD Vance, el vicepresidente electo de Estados Unidos en 2024 según el contexto del libro. La conexión entre poder tecnológico, político y económico destaca un escenario donde la tecnología avanzada no asegura libertad ni progreso social, sino que corre el riesgo de fortalecer regímenes autoritarios disfrazados de innovación científica. Además, Becker cuestiona profundamente la obsesión por el crecimiento económico perpetuo y la acumulación incesante de recursos. La narrativa utópica de colonizar el espacio, aprovechar la energía de la galaxia y perseguir un desarrollo exponencial sin límites se basa en un paradigma utilitarista y cuantitativo que reduce el valor de la vida y la realidad a términos estrictamente materiales.
El autor señala que esta forma de pensar ignora no solo los límites físicos y ecológicos, sino que también desatiende las dimensiones culturales, éticas y sociales que son esenciales para una existencia humana significativa. Sobre el calentamiento global, Becker desmonta la creencia tecnocrática que sostiene que la inteligencia artificial puede ser la salvación milagrosa para la crisis climática. Destaca que promover el desarrollo acelerado de IA, con los enormes consumos energéticos que esta demanda, especialmente cuando no toda esa energía proviene de fuentes limpias, puede agravar el problema en lugar de resolverlo. La confianza ciega en que una súper IA resolverá la emergencia climática en un futuro cercano es, según Becker, una especie de pacto suicida, un mito alimentado por fantasías de ciencia ficción mal interpretadas que distraen la atención de soluciones políticas y sociales urgentes y tangibles. Becker invita a repensar la relación entre el ser humano, la tecnología y el futuro.
Es crucial entender que los retos que enfrentamos no se resolverán únicamente con avances tecnológicos ni con proyectos grandilocuentes que dependen de máquinas por nacer o sistemas que tienden a perpetuar desigualdades. El cambio real exige transformar las estructuras políticas, económicas y sociales, apostando por la justicia, la equidad y la participación democrática. El libro señala también una paradoja preocupante: por un lado, estamos ante un crecimiento acelerado de la influencia de los tecnócratas y multimillonarios que intentan imponer sus visiones en la política y la cultura; por otro lado, existe una resistencia creciente desde distintos sectores, incluyendo sindicatos tecnológicos, organizaciones civiles, y actores políticos que cuestionan y confrontan estas ideas. La posibilidad de un cambio favorable radica en la capacidad de activar esta disidencia y construir alternativas basadas en el sentido común, la ciencia riguroso y la ética social. Al final, las reflexiones de Becker ofrecen una alerta sobre los riesgos de idealizar y venerar sin cuestionamiento a los líderes de Silicon Valley.
La acumulación masiva de riqueza no garantiza inteligencia, ni sabiduría ni moralidad, y la confianza ciega en procesos automatizados o máquinas todopoderosas puede ser peligrosa. La racionalidad humana debe prevalecer, entendiendo que la ciencia y la tecnología son herramientas poderosas pero no absolutos que invalidan la política, la ética o la cultura. Entender estas críticas es esencial no solo para quienes trabajan en la industria tecnológica, sino para cualquier persona interesada en el futuro colectivo. El llamado de Becker es hacia un debate profundo y honesto donde se reconozcan los límites y los peligros que acechan detrás de una visión ingenua o demasiado optimista del progreso tecnológico. Es necesario abrir espacio para temas como la regulación, la justicia social, la transparencia y el control democrático sobre el desarrollo y aplicación de tecnologías avanzadas.