En un giro inesperado dentro de la industria energética global, BP, uno de los gigantes petroleros más reconocidos del mundo, ha anunciado la salida de Giulia Chierchia, la cabeza de su estrategia de sostenibilidad y energía verde. Este movimiento ocurre en medio de una profunda revisión de sus prioridades corporativas, donde la empresa ha decidido dar un paso atrás en su compromiso con las inversiones en energías bajas en carbono, apostando nuevamente por un enfoque más tradicional en petróleo y gas para estabilizar sus finanzas y mejorar su valor en el mercado. Giulia Chierchia, quien fue contratada hace varios años para liderar la ambiciosa agenda «net zero» de BP, se ha convertido en una figura clave, pero controvertida, en la transición energética de la compañía. Su salida programada para el primero de junio de 2025 representa no solo un cambio en liderazgo, sino una transformación profunda en la dirección estratégica de BP. Con la decisión de no designar un reemplazo específico para su puesto, BP está integrando el equipo de sostenibilidad en otras áreas de la empresa, buscando una estructura más simple y procesos de toma de decisiones más ágiles.
Este repliegue en el sector de las energías limpias es consecuencia directa de los últimos resultados financieros de BP, que han sido alarmantes. Durante el primer trimestre de 2025, la compañía experimentó un desplome en sus beneficios casi del 50%, cayendo a 1.4 mil millones de dólares desde los 2.7 mil millones registrados el mismo período del año anterior. Además, el balance anual de 2024 ya mostraba una reducción significativa en las ganancias, con una caída anual del 33%.
Estos números han provocado alarmas entre los inversores y una presión creciente desde actores externos, como el fondo de cobertura Elliott Management. Elliott Management, conocido por su activismo en empresas en dificultades, ha acumulado una participación cercana al 5% en BP y ha solicitado cambios drásticos en la gestión y estrategia financiera. El fondo aboga por una vuelta a modelos más rentables, buscando reducir riesgos y acelerar la venta de activos considerados no esenciales. Este tipo de presión ha influido significativamente en la redefinición del rumbo corporativo, contribuyendo a la decisión de abandonar temporalmente la apuesta por las energías renovables a gran escala. Desde su ascenso a la dirección ejecutiva en 2020, el ex CEO Bernard Looney estableció un camino ambicioso para transformar a BP en una compañía con cero emisiones netas.
Aunque esta visión fue respaldada inicialmente con entusiasmo por inversores y grupos ecologistas, las complicaciones financieras, junto con las experiencias internas negativas, como la salida abrupta de Looney en 2023 tras sus problemas personales y de gestión, mermaron la confianza en la estrategia vigente. La salida de Chierchia y el retiro de Helge Lund, presidente de BP, previsto para el próximo año, completan un panorama de cambios significativos al interior de la empresa. Esta dupla había sido objeto de críticas durante la junta anual de accionistas, donde se cuestionó su responsabilidad en los resultados negativos y en la dirección adoptada hacia la sostenibilidad. BP planea ahora reducir su presupuesto para 2025 en unos 500 millones de dólares, ubicándolo cerca de los 14.5 mil millones, enfocándose en actividades core, mientras intensifica la venta de activos.
La meta es desprenderse de entre 3 y 4 mil millones en activos este año, incrementando los planes de desinversión a un total aproximado de 20 mil millones para finales de 2027. Esta estrategia busca aumentar el valor accionario y responder a la incertidumbre del mercado energético mundial. El giro que BP está dando no solo refleja la volatilidad del sector energético y la complejidad de la transición hacia modelos más sostenibles, sino que pone de manifiesto el fuerte impacto que tienen las presiones financieras y del mercado en la toma de decisiones corporativas. Si bien la urgencia climática no ha desaparecido, para empresas como BP, la realidad económica y las expectativas de rentabilidad imponen límites a la rapidez e intensidad con que se puede avanzar hacia un futuro bajo en carbono. Para el sector en general, esta situación sirve como una señal de los retos que enfrentan las grandes compañías energéticas.