En el año 2024, el mundo presenció un fenómeno sin precedentes en la historia reciente: el gasto militar global alcanzó un récord de 2.7 billones de dólares, representando el aumento anual más drástico desde el fin de la Guerra Fría. Este incremento, reportado por el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), refleja las crecientes tensiones geopolíticas, conflictos armados y la percepción de amenazas que han marcado el escenario internacional en los últimos años. Este crecimiento del gasto militar no es un fenómeno aislado, sino el resultado de múltiples factores que convergen en distintas regiones del planeta. Europa y Medio Oriente registraron los incrementos más significativos, debido en gran medida a la invasión rusa de Ucrania y a la intensificación de conflictos regionales como la ofensiva de Israel en Gaza.
A nivel global, más de 100 países incrementaron sus presupuestos en defensa, incluyendo todas las naciones con los mayores gastos militares. Esto indica una tendencia sostenida hacia la militarización frente a un contexto internacional cada vez más volátil. Uno de los datos más llamativos es el aumento del 9.4% en términos reales respecto al año anterior. Este porcentaje representa la décima subida consecutiva, dejando claro que las potencias mundiales y emergentes están apostando fuerte por sus capacidades bélicas y sistemas de defensa.
Bajo este esquema de gasto, se observa cómo los países adaptan y priorizan sus políticas internas, desplazando recursos de otras áreas sociales y económicas para financiar la seguridad y la defensa. Europa, un continente históricamente acostumbrado a períodos de paz relativa en las últimas décadas, ha visto un giro radical en sus presupuestos militares. Este cambio responde a la percepción de un riesgo latente proveniente de Rusia, cuyo gasto militar aumentó un 38% solo en 2024, alcanzando la cifra de 149 mil millones de dólares. Rusia ha duplicado su gasto desde 2015, lo que evidencia un esfuerzo sostenido en modernización y expansión de sus capacidades armamentísticas. La respuesta europea no se ha hecho esperar.
Todos los países miembros de la Unión Europea, excepto Malta, incrementaron sus gastos militares, contribuyendo a que el total europeo supere incluso los niveles alcanzados al final de la Guerra Fría. Alemania destaca especialmente por su aumento del 28%, que la posiciona como el cuarto país con mayor gasto militar en el mundo y el primer lugar en Europa Central y Occidental desde su reunificación. Este incremento refleja tanto la intención de fortalecer su defensa nacional como de cumplir con los compromisos asumidos dentro de la OTAN. Estados Unidos, la potencia con el mayor gasto militar global, no se queda atrás. Su presupuesto alcanzó casi un billón de dólares, un aumento del 5.
7% respecto a 2023, representando un 37% del gasto mundial total. La hegemonía estadounidense en materia militar se refleja también en su liderazgo dentro de la OTAN, donde los 32 países miembros elevaron su gasto conjunto a 1.5 billones de dólares. De hecho, 18 de estos países cumplían en 2024 la meta de destinar al menos el 2% de su PIB a defensa, la cifra más alta desde la creación de la alianza. Este impulso en gasto militar dentro de la OTAN responde no solo a la guerra en Ucrania, donde el apoyo europeo se ha traducido en inversiones directas en armamento, sino también a la inquietud ante posibles cambios en la política exterior estadounidense.
La perspectiva de un menor involucramiento por parte de Estados Unidos ha impulsado a los países europeos a fortalecer su autonomía en materia de defensa a través de planes de adquisición que estimulan la industria armamentística regional. El impacto socioeconómico de estos incrementos es profundo y multifacético. En Europa, el aumento en el gasto ha significado recortes en partidas destinadas a la cooperación internacional y la ayuda humanitaria. Además, algunos países han tenido que elevar impuestos o recurrir a deuda para financiar sus presupuestos militares, lo que afecta la estabilidad económica y la calidad de vida de sus ciudadanos. En este contexto, el debate sobre el equilibrio entre seguridad y bienestar social se torna cada vez más relevante.
Además de Europa y Estados Unidos, otras regiones muestran dinámicas también importantes. En Medio Oriente, el gasto militar se incrementó en un 15%, llegando a 243 mil millones de dólares, liderado por Israel con un aumento del 65% hasta 46.5 mil millones, impulsado por su operación militar en Gaza. Este crecimiento representa la subida más pronunciada desde la Guerra de los Seis Días en 1967. Por otro lado, Irán redujo su presupuesto en defensa en un 10%, afectado principalmente por restricciones económicas derivadas de sanciones internacionales, a pesar de mantener una activa participación en conflictos regionales.
En Asia, China mantiene una línea constante de expansión y modernización de sus fuerzas armadas con un aumento del 7% en su gasto militar, alcanzando 314 mil millones de dólares. Este país ha invertido significativamente en capacidades modernas como la ciberguerra y el arsenal nuclear, consolidándose como la segunda nación con mayor gasto militar a nivel mundial y responsable de la mitad del total en Asia y Oceanía. La continua expansión militar china es un factor clave en la configuración de la seguridad regional y global. El coste político y económico de este rápido aumento del gasto militar plantea desafíos importantes para la comunidad internacional. La militarización creciente, aunque justificada por razones de defensa y seguridad nacional, puede intensificar las tensiones y alimentar una carrera armamentista que derive en conflictos abiertos o indirectos de mayor magnitud.
En resumen, el récord histórico del gasto militar global en 2024 refleja un mundo en crisis, donde la incertidumbre y la competencia geopolítica llevan a países y bloques a priorizar la capacidad militar por encima de otros ámbitos. Europa, Medio Oriente, Estados Unidos, China y Rusia protagonizan este escenario marcado por un aumento significativo en las inversiones en defensa, que repercutirá en la geopolítica, la economía y la sociedad durante los próximos años. Mantener un equilibrio entre necesidad de seguridad y estabilidad social será uno de los grandes retos para los líderes mundiales en la próxima década.