El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es una condición neuropsiquiátrica que afecta a millones de personas en todo el mundo. Aunque tradicionalmente se asocia con dificultades académicas y laborales, sus efectos en la vida social y las relaciones personales suelen ser menos comprendidos. Para quienes tienen TDAH, mantener vínculos estables y saludables puede ser un gran desafío, no por falta de deseo o cariño, sino debido a ciertas características propias de esta condición que complican la comunicación y el mantenimiento del contacto emocional. Una de las dificultades centrales radica en lo que se denomina disfunción ejecutiva. Esta es una serie de fallos en procesos cognitivos que afectan la organización de pensamientos, la priorización de tareas, la gestión del tiempo y la toma de decisiones.
Las personas con TDAH suelen tener problemas al intentar coordinar y ejecutar múltiples actividades que requieren enfoque sostenido o planificación a largo plazo, y esto incide directamente en cómo se relacionan con los demás. Por ejemplo, es común que olviden responder mensajes de amigos o familiares, no recuerden eventos importantes o sientan que su capacidad para mantener el contacto se ve superada constantemente por otras prioridades que capturan su atención. El aspecto emocional también juega un papel fundamental. La sensibilidad al rechazo —conocida clínicamente como Disforia Sensible al Rechazo (RSD, por sus siglas en inglés)— puede generar una respuesta emocional intensa ante la percepción de críticas o desaprobación. Esta hipersensibilidad al rechazo hace que pequeños desencuentros o lapsos en la comunicación se conviertan en problemas emocionales abrumadores.
Cuando una persona con TDAH nota que no ha contestado un mensaje o se ha retrasado en responder, la ansiedad puede crecer rápidamente y transformarse en un miedo profundo a ser rechazado o valorado negativamente por sus seres queridos. Esta combinación de olvido, dificultad para priorizar la comunicación, y miedo al rechazo, crea un círculo vicioso. La persona quiere mantener la relación, pero sus síntomas la dificultan. Se olvida de responder, luego la ansiedad crece por no responder, lo que genera un temor a la reacción negativa y, en consecuencia, evita contactar. Queda atrapada en un loop donde cuanto más pasa el tiempo sin contacto, más difícil resulta retomar la comunicación.
Para quienes tienen TDAH, esta realidad puede ser frustrante y solitaria. A menudo sienten incomprensión por parte de su entorno, que interpreta el silencio como desinterés o falta de cariño. Sin embargo, entender que estos patrones tienen raíces neurobiológicas puede ayudar a ambos lados a ser más empáticos y buscar soluciones conjuntas. El campo tecnológico ha ofrecido algunas herramientas para aliviar estas dificultades. Algunos desarrollan sus propios sistemas que les recuerden la necesidad de conectarse con las personas importantes en su vida.
Por ejemplo, sistemas de notificación que alertan si no se ha enviado un mensaje en cierto periodo, o aplicaciones que permiten agendar y priorizar interacciones sociales. Aunque puede sentirse extraño pensar en las relaciones personales como tareas o clientes dentro de un sistema, para alguien con TDAH, externalizar estas responsabilidades puede resultar una forma efectiva de compensar las limitaciones internas. Más allá de la tecnología, existen prácticas y hábitos que pueden facilitar la gestión de las relaciones. Establecer rutinas regulares para enviar mensajes o llamada a personas cercanas puede ayudar a crear un hábito. Ser honesto con amigos y familiares sobre las dificultades que genera el TDAH también abre la puerta a la comprensión y el apoyo.
En algunos casos, buscar terapia especializada puede ser una gran herramienta para aprender a manejar la ansiedad y la disfunción ejecutiva que interfieren en la comunicación. Quizá uno de los aspectos más importantes es desarrollar la autocompasión. No se trata de forzarse a ser perfecto o a cumplir con expectativas irreales, sino de aceptar las propias limitaciones y buscar soluciones prácticas para convivir con ellas. Recordar que el valor de una relación no está en la frecuencia exacta de los mensajes, sino en la calidad y el cariño que subyace en ellos. A veces, un simple "perdón por no contestar antes" acompañado de una expresión sincera puede aliviar la tensión creada por días sin contacto.
La comunidad de personas con TDAH ha comenzado a visibilizar estas dificultades para derribar estigmas y crear espacios de apoyo y comprensión. Compartir experiencias y estrategias ayuda a reducir el sentimiento de aislamiento y proporciona ideas prácticas adaptadas a quienes viven con esta condición. En la vida diaria, manejar las expectativas propias y ajenas es un reto constante. Aprender a comunicar abiertamente los límites y buscar acuerdos con quienes nos rodean puede prevenir malentendidos y fortalecer las relaciones. Por ejemplo, avisar a amigos que a veces la respuesta puede tardar, pero que no disminuye el afecto.
También reservar tiempos en la agenda para socializar o enviar mensajes puede convertir el contacto en una rutina más tangible y menos dependiente de la memoria o el ánimo momentáneo. En definitiva, el TDAH presenta obstáculos muy reales para sostener relaciones personales, pero también hay caminos para enfrentarlos con creatividad, paciencia y apoyo. Es un proceso gradual donde la autoaceptación, la comunicación abierta y las herramientas adecuadas juegan un papel esencial para que las personas con TDAH puedan disfrutar de vínculos saludables y duraderos. Reconocer las dificultades no es resignarse, sino incorporarlas en la manera en que uno se relaciona y busca mantener cercanía emocional con los demás.