La política surcoreana se encuentra en un punto crucial con la entrada oficial de Lee Jae-myung en la carrera presidencial de 2025. Considerado el líder de la oposición y favorito en las encuestas, Lee ha tomado la delantera en un escenario marcado por una intensa inestabilidad política que comenzó con la destitución del expresidente Yoon Suk Yeol. Su candidatura no solo representa una nueva esperanza para el electorado liberal, sino que también plantea una serie de cambios en la política interna y externa de la península coreana. Lee Jae-myung, de 61 años, ha consolidado su posición tras perder en 2022 por el margen más estrecho en la historia electoral del país. Desde entonces, ha liderado al Partido Demócrata en una victoria parlamentaria contundente, lo que refuerza su capacidad política para recuperar la presidencia.
Su discurso se centra en resolver la desigualdad económica que, según él, ha sido una de las raíces principales de la polarización y el conflicto social en Corea del Sur durante los últimos años. En un video difundido en abril de 2025, Lee hizo un llamado a la unidad nacional y se comprometió a implementar políticas efectivas para reactivar el crecimiento económico a través de inversiones masivas en tecnología y desarrollo del talento. Este enfoque responde a la creciente preocupación del electorado surcoreano ante el estancamiento económico y la reciente crisis política ocasionada por la aplicación de la ley marcial durante el mandato de Yoon. Las recientes tensiones políticas, que culminaron con la destitución del expresidente Yoon Suk Yeol tras mantener la ley marcial en diciembre de 2024, han dejado al país en una encrucijada. En este contexto, Lee emerge como la figura central capaz de traer estabilidad y confianza.
Su propuesta se basa en fortalecer el gobierno como motor de desarrollo económico y en establecer un equilibrio entre las alianzas internacionales y los intereses nacionales. Uno de los debates más intensos en torno a la candidatura de Lee es su postura en política exterior. Contrario a la administración anterior, que enfatizaba una alianza robusta y sin fisuras con Estados Unidos y una posición más rígida frente a Corea del Norte, Lee adopta un enfoque pragmático que busca una cooperación más equilibrada con ambos países, además de enfatizar la importancia de las relaciones trilaterales entre Corea del Sur, Estados Unidos y Japón. Este pragmatismo también refleja su intención de reabrir canales de diálogo con Corea del Norte, una posición que alinea parcialmente con las políticas de acercamiento defendidas por el expresidente estadounidense Donald Trump. La reapertura del diálogo diplomático con Pyongyang se presenta como un desafío significativo, dado el contexto de tensiones geopolíticas en la región, pero también como una oportunidad para reducir la amenaza nuclear y fomentar la estabilidad regional.
Sin embargo, la candidatura de Lee no está exenta de controversias. Enfrenta actualmente varios procesos judiciales por presuntos casos de corrupción, incluyendo cargos de soborno y un escándalo relacionado con un proyecto inmobiliario millonario. Además, una apelación reciente de la fiscalía cuestiona la absolución de Lee en un caso de violaciones a la ley electoral, lo que genera incertidumbre sobre su elegibilidad y podría ser un impedimento en la recta final hacia los comicios. La trayectoria de Lee también ha estado marcada por eventos dramáticos que impactaron su vida personal y política. En enero de 2024, sufrió un ataque con arma blanca durante un acto público, una agresión que claramente reflejó la polarización y la tensión que atraviesa la sociedad surcoreana.
Tras una intervención quirúrgica exitosa, Lee se recuperó y reforzó su imagen pública de resiliencia y compromiso con su causa. El contexto político actual de Corea del Sur está siendo observado de cerca a nivel internacional, debido a la importancia estratégica del país en Asia Oriental. La próxima elección presidencial del 3 de junio de 2025 no solo definirá el liderazgo interno, sino que también establecerá las directrices para las relaciones internacionales y la cooperación en seguridad en una región marcada por desafíos como la influencia de China, la presencia militar estadounidense y las tensiones con Corea del Norte. El partido conservador, debilitado tras la destitución de Yoon y la caída en las encuestas, presenta a Kim Moon-soo, exministro de Trabajo, de 73 años, como su candidato principal. Sin embargo, la diferencia entre ambos contendientes es significativa: las encuestas sitúan a Lee con un respaldo del 34% frente al 9% del aspirante conservador, lo que refleja un claro giro del electorado hacia una opción de corte liberal y reformista.
El discurso de Lee ha sido cuidadosamente construido para atraer a los sectores liberales y moderados, ofreciendo una visión que prioriza la justicia social, la distribución equitativa de la riqueza y el fortalecimiento del Estado de bienestar. Sus propuestas incluyen reformar las políticas laborales, incentivar la innovación tecnológica, y fomentar la educación como motor de progreso, lo cual busca revertir las tendencias de desigualdad que han crecido en las últimas décadas. Dicha estrategia ha logrado consolidar su liderazgo dentro del Partido Demócrata, que, tras el mandato fallido de Yoon, aspira a recuperar la confianza ciudadana y a pacificar un país dividido. La renuncia de Lee a la dirección del partido para concentrarse exclusivamente en su campaña presidencial es un movimiento que indica seriedad y compromiso con sus aspiraciones presidenciales. La importancia de la alianza entre Corea del Sur y Estados Unidos en la región es innegable, y Lee ha reafirmado que, aunque mantiene la prioridad de los intereses nacionales, continuará apoyando esta cooperación estratégica.
Este enfoque busca aplacar las preocupaciones de sus críticos conservadores sobre la posible erosión del vínculo con Washington, mientras abre la puerta a una mayor independencia en la política exterior surcoreana. Asimismo, Lee enfatiza la necesidad de trabajar en conjunto con Japón, a pesar de las diferencias históricas, para enfrentar desafíos comunes como la seguridad regional y el desarrollo económico. Este enfoque pragmático es vital para asegurar la estabilidad en el Nordeste Asiático y posicionar a Corea del Sur como un actor relevante en el escenario global. El desafío más inmediato para Lee será conciliar esta visión con las expectativas de una ciudadanía cansada de la corrupción y la confrontación política, y que demanda soluciones concretas a los problemas económicos y sociales. La pandemia global, los cambios en la economía mundial, y las fluctuaciones en la política internacional han dejado al país en una situación vulnerable que requiere liderazgo efectivo y cohesión nacional.
En conclusión, la entrada de Lee Jae-myung a la carrera presidencial no solo marca un momento clave para la política surcoreana, sino que también abre un nuevo capítulo en la búsqueda de estabilidad y prosperidad para Corea del Sur. Con una agenda centrada en la justicia social, la reforma económica y una diplomacia pragmática, Lee se presenta como un candidato capaz de conducir al país en tiempos de incertidumbre, aunque deberá superar importantes retos legales y políticos para alcanzar la máxima magistratura del país. El resultado de las elecciones de junio de 2025 será decisivo no solo para el futuro interno de Corea del Sur, sino también para la configuración de las políticas regionales en Asia y para el equilibrio de poder en un mundo cada vez más complejo e interconectado.