En los últimos años, hemos presenciado un aumento notable en las manifestaciones y protestas en contra de diversas guerras y conflictos en el mundo. Si bien a primera vista podrían parecer movimientos que buscan la paz, un análisis más profundo nos lleva a cuestionar su verdadera naturaleza y objetivos. ¿Son realmente estos manifestantes activistas por la paz o son, de hecho, algo más complejo? Un artículo reciente del periodista Graham Young plantea esta inquietante pregunta al afirmar que muchos de estos grupos no están en contra de la guerra per se, sino que se oponen a la guerra cuando la llevan a cabo otros, una postura que podría ser calificada como "activismo bélico por otros medios". Young sugiere que esta confusión se origina en la forma en que se suelen etiquetar las movilizaciones. A menudo, los medios de comunicación, intelectuales y comentaristas consideran que cualquier acción que se oponga a una guerra es, por lógica, un acto de promoción de la paz.
Sin embargo, esta interpretación simplista ignora la complejidad de los motivos y las ideologías que pueden estar detrás de dichas manifestaciones. La historia nos muestra que muchas de las protestas más reconocidas han sido impulsadas por una agenda política muy específica. Por ejemplo, durante la Guerra de Vietnam, los movimientos en contra del conflicto estaban compuestos no solo por quienes abogaban por un fin a la guerra, sino también por aquellos que buscaban promover una ideología política en particular, como el comunismo o el socialismo. Así, la paz se convierte en un medio y no en un fin. Esto es un fenómeno que se repite a lo largo de los años y que, evidentemente, no se limita a un único conflicto en particular.
Tomemos como referencia los movimientos recientes en torno a la guerra en Ucrania. Muchas de las protestas organizadas en varias ciudades del mundo no solo exigen un cese al fuego, sino que a menudo utilizan frases concretas que parecen invertir la narrativa habitual: en lugar de pedir paz, se aboga más por la retirada de tropas de un lado, dejando entrever un sesgo. Esto plantea una inquietante pregunta: ¿quién se beneficia de esta narrativa? Y más importante aún, ¿qué entendemos realmente por paz? La realidad es que los conflictos bélicos son, en su raíz, problemas profundamente políticos. Se tratan de luchas de poder que implican intereses económicos, geopolíticos e ideológicos. En este sentido, un movimiento que se proclama pacifista, pero que selecciona qué guerras objeto de oposición, no debe ser desestimado, sino analizado bajo una nueva luz.
La paz que abogan podría ser una paz condicionado, un tipo de paz que se privilegia a determinadas naciones o ideologías sobre otras. A la luz de esto, debemos cuestionar la noción de activismo pacifista en el contexto actual. Las movilizaciones masivas suelen ser bien recibidas por los medios y los líderes de opinión, pero su verdadera esencia se encuentra a menudo en la instrumentalización de ese sentimiento general de rechazo a la guerra. En este sentido, estos movimientos pueden ser más una forma de activismo político que un genuino esfuerzo por alcanzar un Estado de paz duradera. En la esfera digital, el fenómeno se agrava.
Las redes sociales se han convertido en plataformas donde se propagan no solo ideas de paz, sino también discursos polarizadores que delinean líneas divisorias en las opiniones. A menudo, lanzar un hashtag a favor de la paz se convierte en un acto simbólico que oculta la falta de propuestas concretas para una solución duradera. Este activismo de teclado se aleja del verdadero compromiso que representa abogar por la paz, convirtiendo a los manifestantes en meros espectadores de un drama global, donde las soluciones parecen difusas y los objetivos no son claros. Un aspecto importante que se debe considerar es el contexto cultural de estos movimientos. En sociedades donde la guerra ha tocado las vidas de sus ciudadanos directamente, como es el caso en muchos países de Oriente Medio o África, la oposición a la guerra asume matices totalmente distintos.
Aquí, la paz no es solo un concepto abstracto, sino una forma de vida, una necesidad diaria que está cargada de dolor y sufrimiento. En estos contextos, los movimientos pacifistas pueden ver la luz más allá de debates ideológicos y centrarse en lograr un estado de calma y reparación. Sin embargo, cuando la protesta se limita a los círculos de aquellas naciones que están más alejadas de los conflictos, lo que se comienza a observar es un eco distante de las realidades sufridas. La lucha se realiza desde una posición de privilegio, donde renunciar a la guerra se convierte en un discurso atractivo, pero que carece de sustancia por la falta de compromiso con acciones efectivas que promuevan la paz de forma integral y duredera. Por lo tanto, al observar las manifestaciones que se encuentran bajo la etiqueta de “activismo por la paz”, es fundamental adoptar un enfoque crítico.