La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos generó expectativas encontradas, en particular dentro del ecosistema de las criptomonedas. Promesas ambiciosas sobre la adopción de tecnologías blockchain y una postura aparentemente favorable hacia los activos digitales motivaron a muchos a ver con esperanza el inicio de su mandato. Sin embargo, a pesar de un conjunto de iniciativas y anuncios relacionados con el mundo cripto, los primeros 100 días han sido catalogados por especialistas y actores políticos como los peores en la historia moderna de un presidente estadounidense. Este análisis profundiza en los acontecimientos y sus repercusiones en la industria cripto, así como en el entorno macroeconómico global que contribuyó a una turbulenta etapa inicial para la administración Trump. Desde el despunte de los tokens memecoin vinculados a la familia Trump hasta la implementación de un plan para la creación de una reserva estratégica de Bitcoin y la constitución de un fondo para otros activos digitales, la gestión presidencial ha estado marcada por acciones que pretendían posicionar a Estados Unidos como un referente en la innovación y adopción digital.
Sin embargo, las medidas también suscitaron críticas por conflictos de interés y falta de claridad en las normativas, lo que generó una sensación de incertidumbre y desconfianza, tanto dentro como fuera del sector. Uno de los primeros movimientos significativos fue el lanzamiento de una segunda venta de tokens WLFI por parte de World Liberty Financial, firma de inversión cripto vinculada a la familia del presidente, el mismo día de la toma de posesión. El notable interés inicial contrasta con la realidad de que estos tokens carecen de transferencia y no se negocian en mercados abiertos, lo que ha generado escepticismo entre los inversores y observadores. Este aumento en atención al proyecto también incentivó debates éticos en Washington, dada la cercanía del mandatario con dicho activo digital y su potencial influencia en políticas relacionadas. En paralelo, Trump estableció un tono verdaderamente pro-cripto al designar a figuras reconocidas en el sector para ocupar cargos clave en entidades regulatorias como la Comisión de Valores (SEC) y la Comisión de Comercio de Futuros (CFTC).
Paul Atkins, un empresario con inclinaciones favorables hacia las criptomonedas, fue nominado para liderar la SEC, mientras que Brian Quintenz, excomisionado de la CFTC con un historial amigable con las cripto, asumió un rol decisivo. Más allá de estos nombramientos, la creación del Consejo Presidencial de Asesores en Ciencia y Tecnología, bajo la dirección de un “zar” para cripto y inteligencia artificial, reflejaba la intención de colocar la innovación tecnológica en el centro de la agenda gubernamental. Sin embargo, el panorama no estuvo exento de sobresaltos. Las tensiones internacionales provocadas por la instauración de tarifas y un agresivo enfrentamiento comercial con países aliados como Canadá, México y China, desataron consecuencias negativas para el mercado cripto. La incertidumbre económica generada contribuyó a una caída en el valor de diversas monedas digitales, en un contexto donde los mineros de Bitcoin enfrentaron menores márgenes de ganancia debido al aumento en costos de producción y la devaluación de ciertas monedas.
Estos resultados contradicen la narrativa inicial de fortaleza y crecimiento que se esperaba para la industria digital. Entre las decisiones controvertidas también figuró la prohibición explícita de la creación y circulación de una moneda digital de banco central (CBDC) estadounidense, mediante una orden ejecutiva. Esta medida buscaba proteger la privacidad de los consumidores y limitar la supervisión estatal excesiva, alineándose con los intereses de una parte considerable de la comunidad cripto que visualiza en las CBDC una amenaza a la descentralización y autonomía financiera. El anuncio de la iniciativa Stargate, un proyecto impresionante de inversión privada con un fondo de 500 mil millones de dólares para infraestructura en inteligencia artificial, combinado con asociaciones con gigantes tecnológicos como OpenAI y SoftBank, pareció querer posicionar a Estados Unidos como la vanguardia mundial en innovación. La creación de miles de empleos fue promesa central, reflejando una ambición por mantener el desarrollo de tecnologías avanzadas en suelo nacional y competir fuertemente contra otras potencias, principalmente China.
No todo fueron éxitos, y una de las noticias más polémicas fue la liberación mediante indulto del fundador de Silk Road, Ross Ulbricht, un personaje polarizador en la comunidad cripto por su papel en la plataforma inicial para transacciones con Bitcoin enfocadas en productos ilícitos. Este acto fue visto desde múltiples ángulos: desde un gesto de apoyo a la justicia penal y libertades hasta un riesgo ético y reputacional para la administración. En cuanto a regulaciones, la administración impulsó la conformación de un grupo de trabajo interno para convertir a Estados Unidos en la capital mundial del cripto, a la vez que se sembraban las bases para la futura creación de una reserva estratégica de Bitcoin y un stock de activos digitales, incluyendo Ethereum, Solana, XRP y Cardano. No obstante, estas reservas representan principalmente los activos incautados por el gobierno en procesos penales, con un mandato presupuestario que limita adquisiciones adicionales, lo que desilusionó a una parte del mercado y a los maximalistas del Bitcoin. Los ecosistemas cripto también vivieron momentos de tensión con llamados a investigaciones éticas en torno a WLFI y la influencia presidencial en políticas relacionadas con stablecoins.
Este contexto acrecentó las preocupaciones sobre posibles conflictos de interés que podrían obstaculizar la creación de un marco regulatorio sólido y transparente. Proyectos legislativos como la STABLE Act y la GENIUS Act, aunque encaminados a regular la emisión de stablecoins y proteger a consumidores, enfrentaron resistencia y dudas por parte de ciertos grupos políticos y expertos. Respecto a las confrontaciones geopolíticas, las medidas arancelarias tomadas en el llamado “Liberation Day” impactaron negativamente no solo en los mercados tradicionales, sino también en el sector cripto, profundizando la crisis de confianza y la perspectiva de una recesión significativa. Los costos operativos para mineros se incrementaron, dificultando aún más su rentabilidad en un entorno económico ya complejo. Finalmente, uno de los episodios más controversiales fue la invitación a cenas de alto valor para poseedores de la memecoin TRUMP, con supuestos pagos de hasta 300,000 dólares para acceder a encuentros exclusivos con el presidente.
Este suceso encendió debates sobre la ética y la posible obtención de favores políticos a través de la compraventa de tokens, lo que llevó a reconocidos legisladores a plantear la posibilidad de iniciar procedimientos de destitución. En resumen, los primeros 100 días de la presidencia de Donald Trump representan un capítulo complejo para la industria de las criptomonedas en Estados Unidos. A pesar del apoyo inicial y la introducción de iniciativas que buscaban fomentar el avance tecnológico y el posicionamiento internacional, las controversias, las políticas económicas agresivas y las dudas sobre la gobernanza han generado un clima de incertidumbre y volatilidad. La capacidad de la industria para superar este desafío dependerá en gran medida de la evolución regulatoria y política en los próximos meses, así como de la habilidad de los actores clave para establecer un marco claro, justo y sostenible que permita a las criptomonedas consolidarse como una fuerza transformadora en la economía global.