Cory Doctorow es un nombre conocido en el mundo de la tecnología y los derechos digitales. Autor, activista y coeditor del popular blog Boing Boing, Doctorow ha dedicado su carrera a explorar las intersecciones entre la tecnología, la política y la cultura. Su más reciente artículo en The New Yorker, titulado "Cory Doctorow Wants You to Know What Computers Can and Can’t Do", ofrece una mirada perspicaz sobre las limitaciones y capacidades de los ordenadores en nuestra vida cotidiana. En un momento en que los ordenadores y la inteligencia artificial (IA) están cada vez más presentes en nuestras vidas, destaca la necesidad urgente de comprender qué son realmente capaces de hacer. Doctorow argumenta que, aunque la tecnología puede ser asombrosamente efectiva en una serie de tareas, también hay aspectos que son inalcanzables.
A menudo, se presenta a los ordenadores como soluciones mágicas para nuestros problemas más complejos, pero la realidad es más matizada. Uno de los puntos clave que Doctorow resalta es la diferencia entre la automatización de tareas y la comprensión genuina. Los ordenadores pueden realizar cálculos complejos y procesar grandes cantidades de datos a una velocidad que los humanos no pueden igualar. Sin embargo, carecen de la capacidad para entender el significado detrás de esos datos. Por ejemplo, aunque un algoritmo puede analizar opiniones en redes sociales para predecir tendencias, no puede comprender la angustia humana que puede estar detrás de esas opiniones.
Esta falta de comprensión puede llevar a decisiones erróneas y a políticas mal fundamentadas. El autor también aborda la cuestión de la creatividad. A menudo, se cita la capacidad de los programas de inteligencia artificial para generar arte, música e incluso literatura como prueba de que los ordenadores pueden ser creativos. Sin embargo, Doctorow sostiene que lo que los ordenadores hacen es más un ejercicio de recombinación de datos preexistentes que un acto de creatividad genuino. La creatividad humana es el resultado de experiencias vividas, emociones profundas y un sentido del contexto que los ordenadores no pueden replicar.
A medida que el mundo se desplaza hacia una mayor dependencia de las tecnologías digitales, es crucial que la sociedad mantenga una conversación sobre las limitaciones de estas herramientas. La desinformación y la manipulación de datos son solo algunos de los peligros que surgen cuando los ordenadores son vistos como infalibles. Doctorow enfatiza que debemos ser críticos con respecto a las decisiones que tomamos basadas en datos y algoritmos, recordando que detrás de cada línea de código hay un ser humano que decidió cómo interpretar esos datos. Un tema recurrente en el trabajo de Doctorow es la ética de la tecnología. A menudo, las decisiones sobre cómo se programan los ordenadores y qué datos se utilizan provienen de intereses económicos o políticos.
Esto puede resultar en sesgos que perjudican a ciertos grupos de personas, perpetuando desigualdades existentes. Doctorow hace un llamado para que se incluya una mayor diversidad de voces en el desarrollo tecnológico, lo que no solo ayudaría a mitigar estos sesgos, sino que también enriquecería el campo de la creatividad digital. La educación también juega un papel crucial en la comprensión de lo que los ordenadores pueden y no pueden hacer. Doctorow enfatiza la importancia de enseñar a las personas sobre el funcionamiento interno de la tecnología, para que puedan ser consumidores críticos de la información y no simplemente receptores pasivos. Al empoderar a las personas con conocimientos, se fomenta un sentido de responsabilidad y se puede evitar que se conviertan en víctimas de la desinformación y la manipulación.
A medida que el campo de la inteligencia artificial continúa evolucionando, Doctorow también advierte que es vital establecer límites éticos claros sobre cómo se pueden utilizar estas tecnologías. Aunque los avances son emocionantes y prometedores, también presentan riesgos inherentes si no se manejan con precaución. Desde la vigilancia masiva hasta el uso indebido de datos personales, las implicaciones son vastas y complejas. En su artículo, Doctorow no simplemente critica las tecnologías actuales, sino que también ofrece un camino a seguir. Propone una mayor colaboración entre tecnólogos, educadores, legisladores y ciudadanos en general.
Situar la ética y la comprensión en el centro del desarrollo tecnológico es clave para crear herramientas que realmente beneficien a la sociedad en su conjunto. Según Doctorow, no se trata de rechazar la tecnología, sino de asegurar que esté alineada con valores humanos fundamentales. Finalmente, la voz de Cory Doctorow resuena como un recordatorio de que la tecnología, por poderosa que sea, es solo una herramienta. Una herramienta que puede ser usada para el bien o para el mal, dependiendo de cómo se desarrolle y se implemente. Lo que realmente importa es la visión y los principios que guían su uso.
La capacidad de los ordenadores para realizar tareas complejas no debe eclipsar nuestra humanidad ni nuestra responsabilidad colectiva de garantizar que la tecnología sirva a todos, y no solo a unos pocos. En un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados, es imperativo que mantengamos esta conversación abierta y crítica. La obra de Doctorow nos desafía a no solo considerar las maravillas de la tecnología, sino también a cuestionar su impacto en nuestras vidas y cómo podemos moldear su futuro de manera que beneficie a la sociedad. La comprensión de lo que los ordenadores pueden y no pueden hacer es fundamental para navegar el futuro tecnológico que nos espera.