En los últimos años, un notable desplazamiento estratégico ha surgido entre las empresas canadienses que buscan ampliar su presencia internacional: un enfoque creciente y decidido hacia Europa como destino principal para la exportación y expansión. Esta transición representa un cambio significativo tras décadas de priorizar el mercado estadounidense, impulsada por la incertidumbre comercial generada por políticas proteccionistas y tensiones diplomáticas que han afectado el flujo comercial tradicional entre Canadá y Estados Unidos. Históricamente, el comercio entre Canadá y su vecino del sur ha sido robusto y fácil debido a la proximidad geográfica, acuerdos de libre comercio y una larga historia de colaboración económica. Sin embargo, recientes fricciones, como la imposición de aranceles, declaraciones polémicas y una postura comercial volátil por parte de Estados Unidos, han llevado a muchas empresas canadienses a replantear su dependencia exclusivamente norteamericana. Europa emerge como una alternativa sólida y atractiva.
Los pactos comerciales como el Acuerdo Integral y Progresivo para la Asociación Transpacífico (CPTPP) y, más específicamente para Europa, el Acuerdo Integral y Económico Comercial (CETA) entre Canadá y la Unión Europea, ofrecen condiciones favorables, como la eliminación casi total de aranceles y la reducción de barreras regulatorias para rubros clave. Además, acuerdos similares con el Reino Unido refuerzan aún más el potencial de los mercados europeos para las exportaciones canadienses. El cambio de enfoque no solo responde a factores políticos, sino que también considera las oportunidades de innovación y colaboración en sectores tecnológicos y de manufactura avanzada que ofrece Europa. Empresas canadienses pioneras en inteligencia artificial, tecnología de datos y desarrollo de software han encontrado en países como Francia, Alemania e Italia ecosistemas propicios para la expansión y la asociación estratégica. Por ejemplo, compañías que originalmente se planteaban ingresar al mercado estadounidense han optado por establecer presencia firme en Europa, consiguiendo contratos y alianzas que les aseguran crecimiento y sostenibilidad.
Esta tendencia también está respaldada por un aumento en la participación de empresas canadienses en ferias comerciales europeas de alto perfil, como Hannover Messe en Alemania y VivaTech en Francia. Estos eventos han servido como plataforma para que compañías canadienses exhiban su tecnología, establezcan contactos comerciales con líderes europeos y exploren nichos de mercado diversificados. La recepción por parte de los líderes europeos ha sido muy positiva, con expresiones claras de apoyo a Canadá como socio confiable y soberano. Tales gestos políticos y comerciales potencian la confianza de las empresas canadienses en la viabilidad y rentabilidad de Europa como segundo mercado prioritario y, en algunos casos, como alternativa primaria para la internacionalización. No obstante, el tránsito hacia Europa no está exento de desafíos.
Para algunas empresas, especialmente aquellas con productos especializados y dependientes del mercado estadounidense, establecerse en Europa implica enfrentar barreras logísticas, culturales y regulatorias que ralentizan la expansión y requieren una adaptación cuidadosa. Por ejemplo, industrias como la siderúrgica enfrentan condiciones de competencia muy distintas y deben diseñar estrategias innovadoras para posicionar sus productos. Además, la diversidad entre los países europeos, con diferentes normativas, lenguas y tradiciones comerciales, obliga a las empresas canadienses a adoptar un enfoque regionalizado y flexible. La inversión en talento local, conocimiento de mercados específicos y la construcción de redes de socios sólidos se convierten en ingredientes esenciales para el éxito. El enfoque europeo no excluye el mercado estadounidense, pero las estrategias para entrar o mantenerse en ese mercado son ahora más selectivas y de bajo riesgo.
Empresas como Airudi, que desarrollan software para sectores con clientes en diferentes áreas geográficas, combinan la cautela con la exploración de oportunidades específicas en estados clave dentro de EE. UU., mientras mantienen una sólida base y crecimiento en Europa y África. Esta diversificación geográfica permite mitigar riesgos asociados con políticas comerciales imprevisibles. En síntesis, el movimiento de las empresas canadienses hacia Europa responde a un proceso natural de adaptación ante nuevos desafíos globales y una visión estratégica para asegurar la competitividad y crecimiento a largo plazo.