En un giro inesperado pero muy bien recibido por los mercados y analistas internacionales, Estados Unidos y China han acordado reducir considerablemente los aranceles mutuos durante un período de 90 días, en lo que se considera un avance trascendental para aliviar las tensiones comerciales que han dominado la relación entre las dos potencias económicas mundiales durante los últimos años. Este acuerdo temporal, anunciado tras intensas negociaciones realizadas en Suiza, busca abrir un espacio de diálogo más constructivo y una posible resolución a largo plazo de las disputas comerciales que han afectado a la economía global y generado incertidumbre en los sectores productivos y financieros de todo el mundo. El acuerdo estipula una reducción sustancial en los aranceles recíprocos, bajándolos de niveles que alcanzaban el 125% a un 10% durante este periodo de suspensión. No obstante, algunas tasas específicas, como los derechos del 20% sobre productos relacionados con el fentanilo importados de China a los Estados Unidos, se mantendrán vigentes, dejando así un arancel total del 30% para ciertos bienes chinos. Este matiz es relevante para entender que, aunque la medida representa un alivio considerable, no significa una eliminación total de las barreras arancelarias existentes, sino más bien una pausa para facilitar nuevas rondas de negociación.
El pacto fue anunciado por el Secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, quien subrayó el ambiente productivo y equilibrado que propició el encuentro en Ginebra, Suiza. La elección de esta localización reflejó un deseo de neutralidad y tranquilidad, alejando las negociaciones de las presiones políticas y mediáticas propias de las capitales de ambos países. Bessent destacó que esta etapa de 90 días no solo implica una pausa en la guerra arancelaria sino que también sirve para fomentar un diálogo continuo sobre políticas económicas y comerciales más amplias que afectan a ambas naciones y, por extensión, a la economía global. La respuesta de los mercados globales fue inmediata y positiva. Las bolsas de Estados Unidos experimentaron un notable repunte, con futuros del Nasdaq incrementándose en un 3.
7%, el índice S&P 500 subiendo un 2.7% y el Dow Jones ganando más de 840 puntos, equivalentes a aproximadamente un 2%. Este optimismo refleja una esperanza renovada en los inversores de que la reducción de aranceles podría desatar un ciclo de crecimiento económico y estabilidad financiera. El índice del dólar estadounidense también mostró un fortalecimiento significativo, aumentando un 1.1%, lo que indica confianza en la economía norteamericana y en la puesta en marcha de una estrategia comercial menos confrontacional.
Los precios del petróleo, otro indicador clave en el contexto global, también se vieron beneficiados por el anuncio. Tanto el Brent, con futuro de vencimiento en julio, como el West Texas Intermediate de Estados Unidos, experimentaron alzas superiores al 2.5%, alcanzando niveles que sugieren expectativas de mayor demanda futura vinculada a la mejora del comercio internacional. Este acuerdo se dio en un contexto de alta tensión, donde la administración del expresidente Donald Trump había implementado una política agresiva de aranceles destinados a reducir el déficit comercial con China, lo que había derivado en una escalada de medidas recíprocas entre ambas naciones. Las tarifas en algunos casos alcanzaron niveles sorprendentes, incluso superiores al 140%, afectando especialmente a las importaciones chinas.
La reacción de Beijing no se hizo esperar, imponiendo barreras comerciales y restricciones en la exportación de elementos clave como los minerales de tierras raras, vitales para las industrias tecnológicas y de defensa. Aunque esta pausa arancelaria representa un alivio, expertos señalan que no debe interpretarse como un fin definitivo al conflicto comercial entre EE.UU. y China. Mark Williams, economista jefe para Asia en Capital Economics, describe el acuerdo como una desescalada significativa, pero advierte que la presencia de tarifas aún elevadas y los intentos de Estados Unidos de involucrar a otros países en restricciones comerciales mantienen viva la tensión.
Tai Hui, estratega jefe para Asia Pacífico en J.P. Morgan Asset Management, señala que la magnitud de la reducción arancelaria fue mayor a la esperada, reflejando una comprensión mutua sobre el impacto negativo que la guerra comercial genera en el crecimiento económico global. Sin embargo, destaca que el periodo de 90 días puede no ser suficiente para consolidar un acuerdo definitivo. Además, Hui y otros analistas enfatizan que aún quedan muchas interrogantes por despejar, especialmente en torno a otros aspectos cruciales del comercio bilateral, como la posible flexibilización por parte de China de las restricciones a la exportación de tierras raras y otros recursos estratégicos.
Estos puntos son considerados esenciales para avanzar hacia una relación comercial más equilibrada y mutuamente beneficiosa. Este episodio se inscribe dentro de un marco geopolítico y económico global complejo, donde la interdependencia entre Estados Unidos y China es una pieza fundamental. Cualquier avance en sus relaciones comerciales tiene implicaciones directas no solo para sus propias economías, sino para mercados, cadenas de suministro y políticas económicas de todo el mundo. La reducción temporal de aranceles puede influir favorablemente en la confianza empresarial, el comercio internacional y el desarrollo tecnológico, aspectos que habían sido severamente afectados por la incertidumbre generada por la prolongada disputa arancelaria. El acuerdo también refleja la importancia del diálogo diplomático y la búsqueda de soluciones negociadas en el ámbito del comercio internacional.
Las tensiones que habían escalado durante los últimos años no solo provocaron fricciones económicas, sino que también generaron preocupaciones sobre la estabilidad política y la seguridad global. Por ello, esta pausa puede ser vista como un paso crucial hacia una relación bilateral más estable y cooperativa, que permita superar diferencias estructurales y avanzar hacia un marco de comercio más justo y abierto. En conclusión, el acuerdo para reducir durante 90 días los aranceles entre Estados Unidos y China representa un importante paso hacia la desescalada de la guerra comercial que ha marcado la última etapa de la economía global. Aunque no elimina por completo las barreras comerciales ni las diferencias de fondo, esta tregua temporal refleja la voluntad de ambas potencias de buscar soluciones que beneficien a sus economías y al comercio mundial. El periodo que resta será clave para determinar si este respiro se traduce en una negociación más amplia y duradera o si, por el contrario, la tensión vuelve a escalar.
Mientras tanto, los mercados y las empresas observan con esperanza y cautela el desarrollo de esta nueva etapa en las relaciones comerciales entre los dos gigantes económicos.