Los trastornos del estado de ánimo, ansiedad y relacionados con traumas representan una carga de salud pública significativa a nivel mundial. Estas condiciones, incluidas la depresión mayor, trastornos de ansiedad generalizada, trastorno de estrés postraumático, entre otros, se caracterizan por una actividad alterada en regiones cerebrales profundas, especialmente en la amígdala, que regula la respuesta emocional y la detección de estímulos relevantes para la supervivencia. Tradicionalmente, el tratamiento se ha basado en terapias farmacológicas y psicoterapéuticas que, si bien son efectivas para muchos pacientes, dejan un porcentaje considerable con síntomas persistentes o resistentes, lo que ha motivado la búsqueda de nuevos abordajes terapéuticos. En este contexto, la neuromodulación no invasiva ha ganando terreno como alternativa prometedora. Métodos como la estimulación magnética transcraneal (EMT) han mostrado eficacia clínica, pero su capacidad para influir directamente en estructuras subcorticales profundas es limitada.
Esto se debe a que EMT actúa mayormente sobre la corteza cerebral, y su modulación de regiones profundas como la amígdala suele ser indirecta, dependiendo de conexiones cortico-subcorticales que pueden presentar variabilidad individual e influencia en la respuesta al tratamiento. La tecnología emergente del ultrasonido focalizado transcraneal (tFUS, por sus siglas en inglés) de baja intensidad surge como una solución capaz de superar estas limitaciones. Esta técnica emplea ondas sonoras de alta frecuencia dirigidas con precisión milimétrica a áreas cerebrales profundas, permitiendo una modulación directa de estructuras subcorticales sin necesidad de intervención quirúrgica ni exposición a radiación. La capacidad para ajustar tanto la profundidad como el tamaño del foco convierte a tFUS en una herramienta especialmente atractiva para tratar zonas como la amígdala, ubicada en la región medial temporal del cerebro. Los mecanismos por los que el tFUS modula la actividad neuronal aún están en investigación, pero se proponen efectos tanto térmicos leves, que no alcanzan a dañar tejido, como mecánicos que alteran la permeabilidad de las membranas neuronales y la actividad de canales iónicos sensibles a presión.
Estas acciones pueden resultar en modulaciones temporales o persistentes de la excitabilidad neuronal y la plasticidad sin provocar efectos irreversibles. Estudios recientes han demostrado que la aplicación de tFUS dirigidos a la amígdala puede inducir disminuciones significativas en la actividad cerebral medida por señal BOLD en resonancia magnética funcional (fMRI), lo que indica una reducción en la respuesta neuronal de esta área clave para la emoción y la reacción al estrés. Además, se han observado cambios en la conectividad funcional con regiones relacionadas como el hipocampo y la ínsula, sugiriendo un efecto modulador amplio en circuitos implicados en la regulación emocional. A un nivel clínico, la administración repetida diaria de tFUS a pacientes con trastornos de estado de ánimo, ansiedad y trauma ha mostrado resultados alentadores en términos de seguridad, tolerabilidad y mejora sintomática. En ensayos abiertos, los pacientes experimentaron reducciones significativas en síntomas de angustia general, depresión, ansiedad y otros marcadores psicopatológicos relevantes, con un perfil de efectos adversos mínimos, principalmente leves y transitorios como cefalea o sensación de cosquilleo.
La precisión en la focalización del tFUS se apoya en imágenes estructurales de alta resolución y neuronavegación, que permiten localizar con exactitud la amígdala izquierda—a menudo involucrada de forma más prominente en estos trastornos—y repetir el posicionamiento en cada sesión para asegurar la consistencia del tratamiento. Esto representa una ventaja respecto a técnicas más generales donde la localización precisa del estímulo es más difícil. El diseño de experimentos con control placebo ha permitido confirmar que los efectos sobre la actividad neuronal y la conectividad cerebral se deben específicamente al ultrasonido activo y no a estímulos fantasma o efectos psicológicos, manteniendo el doble enmascaramiento tanto para participantes como para investigadores. A pesar de esto, todavía se requiere la realización de ensayos clínicos aleatorizados con grupos de control en mayor escala para confirmar la eficacia verdadera y determinar las dosis, frecuencias y duraciones óptimas del tratamiento. Una ventaja adicional que aporta el tFUS es la posibilidad de estudiar los circuitos neuronales a través de perturbaciones causales y su impacto dinámico en la función cerebral.
La combinación de tFUS con fMRI permite evaluar en tiempo real cómo la estimulación afecta la actividad y la interacción entre regiones, ofreciendo un enfoque novedoso para comprender y mapear las bases neurobiológicas de los trastornos emocionales. Los aspectos técnicos de tFUS implican parámetros como la frecuencia de pulso, ciclo de trabajo y potencia aplicada ajustados cuidadosamente para mantener la seguridad y favorecer la inhibición o excitación neuronal según el objetivo terapéutico. Por ejemplo, se ha observado que ciclos de trabajo bajos inducen efectos inhibitorios, útiles para tratar la hiperactividad amigdalar asociada a la ansiedad y la depresión. La seguridad a largo plazo es uno de los puntos críticos evaluados: los estudios actuales no reportan eventos adversos graves ni daños estructurales en el cerebro, y los síntomas desagradables suelen ser leves, como mareo o cefalea, y desaparecen en corto tiempo. Esto distingue a tFUS de otras modalidades invasivas o más agresivas y aumenta su potencial aceptación clínica.
Además del tratamiento de trastornos emocionales, las aplicaciones de tFUS están explorándose en otras áreas como el control del dolor, la mejoría motora en enfermedades neurodegenerativas, y la modulación de circuitos de recompensa para adicciones, ampliando así el horizonte terapéutico de esta técnica. El futuro de la neuromodulación con ultrasonido focalizado pasa por la integración con herramientas de modelado acústico para personalizar la entrega energética al tejido cerebral, teniendo en cuenta la variabilidad anatómica del cráneo y cerebro de cada individuo. Esto permitirá aumentar la precisión y eficacia, minimizando la dispersión y posible estimulación no deseada. También resulta crucial combinar tFUS con evaluaciones neuropsicológicas, biomarcadores y seguimiento clínico prolongado para entender la durabilidad de los efectos terapéuticos y su impacto real en la calidad de vida de los pacientes. En conclusión, la neuromodulación de la amígdala mediante ultrasonido focalizado transcraneal de baja intensidad aparece como una de las innovaciones más prometedoras en psiquiatría y neurociencia clínica.
Su capacidad para actuar directamente sobre estructuras cerebrales profundas, ofrecer un perfil de seguridad adecuado y generar mejoras clínicas visibles posiciona a tFUS como un posible complemento o alternativa a las terapias actuales para trastornos complejos de ánimo, ansiedad y trauma. La evolución de la investigación y la llegada de ensayos clínicos rigurosos definirán en los próximos años su rol definitivo en la práctica clínica y abrirán nuevas vías para la intervención neuromoduladora no invasiva.