En todas las latitudes del planeta, la creencia en espíritus y en una vida que continúa después de la muerte sigue siendo una parte esencial de la experiencia humana. Estudios recientes realizados por centros de investigación de renombre, como Pew Research Center, revelan que esta convicción no solamente persiste, sino que se manifiesta en una gran variedad de culturas y sistemas de creencias, abarcando desde religiones tradicionales hasta prácticas espirituales menos ortodoxas. Esta realidad muestra cómo la dimensión espiritual sigue siendo una fuente de significado y consuelo para millones de personas en un mundo cada vez más complejo y secular. La noción de que los espíritus pueden habitar no solo en los seres humanos, sino también en los animales y elementos naturales como ríos, montañas o árboles, es común en numerosas partes del planeta. En países con mayorías religiosas diversas, estas ideas se entrelazan con las tradiciones locales.
Por ejemplo, en India, donde el hinduismo es la religión predominante, el 83% de la población cree que los animales poseen espíritu o energía espiritual. En Turquía, nación con mayoría musulmana, esta creencia alcanza un 81%, mientras que en Argentina, con una mayoría cristiana, el porcentaje se sitúa en torno al 76%. Incluso en Israel, un país con una mayoría judía, el 70% de los adultos sostiene esta idea. Estos datos reflejan el profundo arraigo y universalidad de estas creencias, que trascienden, en muchos casos, las barreras religiosas o geográficas. Además, la espiritualidad conectada con la naturaleza es otra manifestación común.
Muchas personas atribuyen a elementos como montañas, ríos o árboles una dimensión espiritual que les confiere una relación especial con el entorno. En Chile y Tailandia, por ejemplo, aproximadamente tres cuartas partes de la población comparten esta concepción, mientras que en Indonesia la cifra también es considerable, con un 57%. Este reconocimiento del mundo natural como portador de energías o espíritus no solo tiene raíces religiosas, sino que también sostiene prácticas rituales y tradiciones de respeto hacia el medio ambiente. En el contexto de Occidente, países como Estados Unidos presentan cifras moderadas en estas creencias, con un 57% de adultos que creen que los animales tienen espíritus y un 48% que extienden esa creencia a la naturaleza. Esta realidad se da en un escenario donde aproximadamente seis de cada diez adultos se identifican como cristianos y cerca de tres de cada diez como no afiliados religiosamente, lo que evidencia la coexistencia y diversidad de creencias espirituales dentro de sociedades pluralistas.
Un aspecto sorprendente que destaca la investigación es la tendencia entre los jóvenes a mantener, e incluso en algunos casos a incrementar, ciertas creencias espirituales respecto a las generaciones mayores. Mientras que la religiosidad tradicional, entendida como la participación activa en instituciones religiosas o la práctica devocional frecuente, suele ser más común entre las personas de mayor edad, creencias como la existencia de espíritus en los animales o en la naturaleza y la idea de la reencarnación no muestran esta misma disparidad etaria. En numerosos países, los jóvenes de entre 18 y 34 años son más propensos que sus mayores a suscribir estas convicciones, sugiriendo un cambio en la manera en que se experimenta la espiritualidad en contextos contemporáneos. Este fenómeno plantea interesantes debates en el ámbito académico y social sobre la evolución de las creencias espirituales y religiosidad en el mundo actual. Mientras la secularización y el alejamiento de religiones institucionalizadas parecen avanzar en algunas regiones, especialmente en los países más desarrollados, el interés y la adhesión a formas menos tradicionales de espiritualidad permanecen sólidos.
Esta dualidad se explica en parte porque la espiritualidad ofrece respuestas a preguntas existenciales y proporciona un sentido de conexión que las formas más tradicionales de fe no siempre logran cubrir para las nuevas generaciones. La creencia en la vida después de la muerte es otra constante en la mayoría de las sociedades. La encuesta realizada abarca a más de 50 mil personas en más de 30 países, revelando que la mayoría de los adultos cree que hay una existencia más allá de la muerte física. Estas creencias varían según las tradiciones culturales y religiosas, pero el fenómeno es global. Países con mayorías musulmanas como Indonesia muestran elevados niveles de creencia en la vida después de la muerte, alcanzando un 85%, mientras que en naciones con predominancia cristiana como Kenia, el porcentaje se situa en un 80%.
En América Latina, alrededor de dos tercios de los adultos comparten esta visión quien que tiene una fuerte presencia en las cosmovisiones locales desde tiempos ancestrales. En contraste, países donde la religiosidad institucionalizada es menos central, como Suecia, presentan niveles más bajos de personas que consideran la religión muy importante en sus vidas, sin embargo, siguen existiendo altas proporciones que creen en la vida después de la muerte o que atribuyen carácter espiritual a los animales y elementos de la naturaleza. Este dato refuerza la idea de que no necesariamente existe una división tajante entre religión y espiritualidad, sino un espectro amplio donde las creencias espirituales persisten, aún en contextos donde la práctica religiosa formal ha decrecido. El papel de la economía y el desarrollo también juega un rol en la relación que las personas tienen con la religión y la espiritualidad. En general, países con niveles de ingreso y desarrollo más altos tienden a presentar menores niveles de religiosidad tradicional, pero estas diferencias no siempre se traducen en un menor interés en creencias espirituales.
Por ejemplo, mientras países como Estados Unidos o Singapur, con altos ingresos per cápita, pueden registrar niveles intermedios en la importancia otorgada a la religión, las creencias en fuerzas espirituales más allá de lo visible o en espíritus de los ancestros pueden ser igual o incluso más frecuentes que en países de economías menos desarrolladas. Esta aparente paradoja se explica porque la espiritualidad no siempre está ligada a las instituciones religiosas o a las prácticas convencionales, sino que puede manifestarse de formas más personales, eclécticas o vinculadas a tradiciones culturales específicas. En algunos países africanos con economías emergentes, por ejemplo, la creencia en los espíritus ancestrales es muy fuerte y se observa una relación directa con prácticas comunitarias y rituales que buscan la protección o la intervención de estos espíritus en la vida cotidiana. Otro factor importante que influye en la diversidad de creencias y prácticas espirituales es la afiliación religiosa. Grupos religiosos determinados presentan patrones característicos de creencias relacionadas con la vida después de la muerte, los espíritus y prácticas rituales.
Hindúes y budistas, por ejemplo, son los más propensos a creer en la reencarnación, mientras que en países con poblaciones musulmanas significativas, la creencia en la vida después de la muerte es muy alta. Por su parte, los grupos religiosos no afiliados tienden a manifestar menores niveles de creencia espiritual, aunque no están exentos de perspectivas sobre lo trascendental. La práctica de encender incienso o velas, que en algunas tradiciones es signo de devoción, tiene distintas significados y grados de adopción según el contexto cultural y religioso. En tanto, este ritual puede estar presente de manera constante en religiones orientales, en la tradición judía o en comunidades indígenas, su significado puede variar desde la meditación personal hasta la conexión con fuerzas superiores. Finalmente, la interacción entre religiosidad tradicional y espiritualidad moderna plantea interrogantes sobre cómo medir y entender la fe y las creencias.
Mientras que preguntas clásicas como la frecuencia de oración o la asistencia a servicios religiosos ofrecen una visión clásica de la religiosidad, cuestiones relacionadas con creencias en espíritus o prácticas esotéricas reflejan aspectos menos ortodoxos pero igualmente importantes para comprender la complejidad espiritual contemporánea. La espiritualidad se adapta y toma nuevas formas conforme cambian los tiempos, pero lo esencial parece mantenerse: el ser humano busca respuestas a su existencia, sentido para la vida y un vínculo con algo trascendente. La creencia en espíritus y en una vida más allá de la muerte continúa siendo un fenómeno global que conecta a culturas y generaciones, subrayando la riqueza y diversidad del mundo espiritual que habita nuestro planeta.