En los últimos años, las políticas comerciales implementadas por el expresidente Donald Trump han marcado un antes y un después en la relación económica entre Estados Unidos y China. Particularmente, la imposición de tarifas arancelarias de hasta un 145% a productos chinos buscaba principalmente frenar la dependencia estadounidense de la manufactura asiática y fortalecer la economía interna. Sin embargo, un análisis reciente basado en la conferencia de resultados financieros de United Parcel Service (UPS) revela que, lejos de perjudicar directamente a China, estas medidas ocasionaron un impacto adverso considerable en las pequeñas empresas estadounidenses. UPS, uno de los mayores actores logísticos y de paquetería del mundo, brindó una perspectiva clara sobre cómo esta política arancelaria ha afectado la cadena de suministro y la dinámica empresarial de los Estados Unidos. Según su directora ejecutiva, Carol Tomé, muchas pequeñas empresas dependientes de la importación de productos desde China enfrentan una situación crítica que limita su capacidad para competir y mantenerse a flote.
Las tarifas elevadas generaron un desequilibrio en la relación comercial, elevando los costos para los pequeños importadores que han sido históricamente la base económica de muchas comunidades en el país. Además, las restricciones y aumentos en los costos de importación provocaron que estas empresas se encuentren relegadas al final de la lista para acceder a alternativas de proveedores o rutas logísticas distintas a las chinas. A raíz de estas dificultades, grandes corporaciones con mayor poder adquisitivo están explorando de manera activa la diversificación de su cadena de suministro hacia otros países del sudeste asiático, como Vietnam o Tailandia. Sin embargo, el fuerte interés y capacidad de estas grandes empresas ha dejado a las pequeñas y medianas empresas (PYMEs) en una posición vulnerable, ya que muchas veces no tienen la influencia ni los recursos necesarios para adelantar sus pedidos o asegurar contratos con nuevos proveedores en estos mercados emergentes. Mientras tanto, los fabricantes chinos no han disminuido su ritmo de producción sino que han redirigido sus ventas hacia otros mercados globales menos afectados por las tarifas arancelarias.
De este modo, la intención inicial de las tarifas de encarecer y cortar el flujo de productos chinos hacia Estados Unidos no ha logrado reducir significativamente la producción china. En cambio, las pequeñas empresas estadounidenses han tenido que afrontar una doble carga: mayores costos de importación y la dificultad para encontrar fuentes confiables y asequibles en otros países. Este fenómeno evidencia las complejas implicaciones de las políticas proteccionistas cuando no consideran el entramado completo del comercio internacional y las cadenas de suministro globalizadas. Si bien las tarifas pueden ser un instrumento de presión económica, su aplicación indiscriminada puede recaer sobre los actores económicos menos preparados para absorber impactos financieros. Desde el punto de vista logístico, UPS ha sido testigo directo del incremento en la demanda por asesoramiento y gestión para la reubicación de la producción de Asia a otras zonas geográficas.
Pero también ha constatado que la capacidad de las pequeñas empresas para realizar estos cambios es limitada debido a la falta de capital y negociaciones previas. En consecuencia, muchas pequeñas empresas estadounidenses se ven forzadas a reducir stock o a limitar su oferta, impactando negativamente su crecimiento y hasta su supervivencia. Este efecto dominó puede tener consecuencias significativas en la economía local, donde estas empresas representan una fuente importante de empleo y dinamismo comercial. La situación también plantea una reflexión crucial sobre el equilibrio entre las políticas arancelarias y las medidas de apoyo que deben ir de la mano para evitar daños colaterales a la economía interna. Para que las tarifas puedan cumplir su finalidad de proteger industrias nacionales sin perjudicar a las PYMEs, se requiere implementar estrategias complementarias que ayuden a estas empresas a adaptarse y diversificar su cadena de suministro sin perder competitividad.
Por otro lado, este escenario abre una oportunidad para que Estados Unidos invierta en fortalecer su capacidad de manufactura interna y en impulsar la innovación tecnológica que reduzca la dependencia de importaciones externas. La resiliencia económica pasa por fomentar un ecosistema productivo capaz de abastecer las necesidades del mercado nacional y exportar productos con valor agregado. En definitiva, los resultados del reporte de ganancias de UPS no sólo ofrecen una radiografía del impacto causado por las tarifas de Trump, sino que también evidencian la necesidad de políticas comerciales y económicas más matizadas que consideren la diversidad y tamaño de los contribuyentes dentro de un país. La protección a la industria debe complementarse con medidas que potencien la competitividad y sostenibilidad de las pequeñas empresas. La experiencia de UPS subraya la importancia de escuchar a todos los sectores económicos para diseñar soluciones que favorezcan el desarrollo equitativo y eviten que los costos de una política recaigan desproporcionadamente en los más vulnerables.
Sólo así, Estados Unidos podrá fortalecer verdaderamente su economía frente a las nuevas dinámicas globales y desafíos futuros en la cadena de suministro internacional.