La ciencia es un proceso dinámico que busca comprender la realidad a través de la observación, la experimentación y el análisis crítico. Sin embargo, la manera en que el conocimiento científico se construye y comunica ha evolucionado, enfrentando desafíos internos y externos. Conceptos como la consiliencia, la convergencia de evidencias y el consenso científico son fundamentales para captar cómo la ciencia avanza y cómo se percibe en la sociedad. El término «consenso científico» ha sido tradicionalmente empleado para describir el acuerdo generalizado entre expertos sobre ciertos temas, especialmente en áreas complejas que afectan la toma de decisiones políticas y sociales. Sin embargo, en los últimos años este concepto ha sido cuestionado debido a malentendidos y manipulaciones externas, sobre todo en asuntos como el cambio climático, las vacunas o la respuesta a pandemias.
La sociedad suele concebir el consenso como un mero conteo de opiniones, lo que facilita que voces disidentes —a veces con intereses particulares— debiliten la confianza pública en la ciencia. Ante esta problemática, algunos expertos proponen sustituir la idea de «consenso» por la de «convergencia de evidencias». Esta última enfatiza que la solidez del conocimiento científico no proviene solo del acuerdo entre científicos, sino de la acumulación y el encadenamiento de pruebas derivadas de distintas líneas de investigación independientes. La convergencia supone que diferentes métodos, disciplinas e investigaciones llegan a conclusiones compatibles, reforzándose mutuamente y entregando un panorama más robusto y fiable. Aunque en apariencia puede parecer quimérico alejarse del concepto de consenso, el debate es mucho más profundo.
Científicos reconocen que, dentro de comunidades académicas, las convergencias no siempre significan unanimidad, ni excluyen controversias legítimas que impulsan la innovación y el avance del conocimiento. De hecho, cuestionar ideas ampliamente aceptadas es parte esencial de la ciencia, pues evita que se estanque y fomenta la apertura a nuevos descubrimientos. El sociólogo Sheila Jasanoff aporta una perspectiva crítica al señalar que el consenso no surge únicamente como consecuencia de la evidencia objetiva, sino que está permeado por procesos sociales, políticos y culturales. La definición de qué conocimientos se consideran válidos o legítimos puede estar condicionada por intereses, valores y estructuras de poder, por lo que la frontera entre ciencia y sociedad se vuelve permeable y compleja. En este contexto, la idea de «consiliencia» emerge como una propuesta integradora.
Fue introducida por el filósofo William Whewell en el siglo XIX y desarrollada posteriormente por el biólogo Edward O. Wilson. La consiliencia se refiere a la unificación del conocimiento proveniente de distintas disciplinas, buscando una explicación coherente que integre evidencias heterogéneas para comprender un fenómeno en toda su complejidad. Consiliencia representa un enfoque interdisciplinario y transdisciplinario que promueve conectar datos y teorías de áreas como la biología, la geología, la antropología, la sociología y la física, entre otras. Así, resulta posible abordar problemas globales y multifacéticos —como el cambio climático o las enfermedades emergentes— bajo una perspectiva holística que enriquece la interpretación y fortalece las soluciones.
Este enfoque no solo mejora la comprensión científica sino que también facilita el diálogo entre expertos y sociedad, puesto que se traduce en una visión más transparente y accesible del proceso científico. La consiliencia ayuda a disipar la idea errónea de que la ciencia es una verdad absoluta o cerrada, mostrando que es un tejido complejo de conocimientos que se nutren y validan mutuamente. Por otra parte, la comunicación científica juega un papel decisivo en cómo la sociedad percibe y confía en la ciencia. La transparencia, la reproducibilidad y la apertura al escrutinio público son elementos clave que permiten que cualquier persona evalúe la validez de los hallazgos científicos, más allá de asumirlos simplemente porque provienen de expertos. Sin embargo, la desinformación y la polarización han dificultado la aceptación de conocimientos científicos, lo que pone en evidencia la necesidad de estrategias comunicativas más efectivas.
Promover una alfabetización científica sólida y enfatizar el valor de la convergencia y la consiliencia en lugar del consenso simplista puede contribuir a reconstruir la confianza ciudadana. En definitiva, entender que la ciencia avanza a través de la integración de evidencias diversas y la crítica reflexiva más que por la mera unanimidad, es clave para apreciar su naturaleza dinámica. La consiliencia expande horizontes, la convergencia ofrece solidez y el consenso, entendido con todas sus complejidades, mantiene equilibrio dentro de las comunidades científicas. Al adoptar una visión más matizada y profunda, podemos fortalecer el vínculo entre ciencia y sociedad, enfrentando con mayor claridad los retos contemporáneos y construyendo un futuro donde el conocimiento compartido sea una herramienta poderosa para el bienestar global.