La eugenesia, una doctrina pseudocientífica que busca 'mejorar' la especie humana mediante la manipulación genética de características consideradas deseables, tuvo un auge en el siglo XX, especialmente antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, tras las terribles consecuencias éticas, sociales y humanas que dejó, esta corriente fue desacreditada y relegada a los márgenes del debate científico y social. Lamentablemente, en la actualidad, se observa un inquietante resurgimiento de estas ideas en diversos sectores, impulsado por movimientos nacionalistas y discursos que entrelazan malinterpretaciones genéticas con prejuicios raciales. En este contexto, los genetistas humanos y científicos en general deben asumir un compromiso firme para contrarrestar estas tendencias y defender una ciencia libre de sesgos, responsable y socialmente consciente. El resurgimiento de la eugenesia está estrechamente vinculado con el auge del nacionalismo blanco y movimientos identitarios que utilizan la genética para justificar discursos excluyentes y discriminatorios.
Políticos y líderes de diversos países han empleado frases que apuntan a la 'pureza genética' o a la necesidad de controlar la migración bajo argumentos que recuerdan a las leyes de inmigración restrictivas inspiradas por la eugenesia en el pasado, como el Acta Johnson–Reed de Estados Unidos en 1924. Algunos discursos recientes reviven la idea errónea de que ciertos grupos humanos poseen 'genes inferiores' o que su incorporación a una sociedad representa un peligro para su 'calidad genética'. Lo preocupante es que esta visión distorsionada se disfraza de pseudociencia, apelando a interpretaciones selectivas o erróneas de estudios genéticos para legitimar prejuicios y políticas discriminatorias. Un claro ejemplo es la utilización inadecuada del concepto de raza y su asociación con características biológicas determinadas. La genética moderna ha demostrado con claridad que la raza es un constructo social, no una categoría biológica definida.
Los patrones genéticos no se corresponden con las clasificaciones raciales tradicionales, y la variabilidad genética dentro de cualquier grupo racial es mayor que entre grupos distintos. Entender que la raza no es una división genética biológica es fundamental para desmontar las bases científicas que pretenden justificar la eugenesia y la supremacía racial. Los genetistas han aportado evidencia sólida mostrando cómo la diversidad genética humana es continua y compleja, y que las categorías raciales simplifican y distorsionan esta realidad. Por ejemplo, al estudiar enfermedades hereditarias o rasgos genéticos con incidencia variable, los científicos han identificado que los factores geográficos, ambientales y socioeconómicos tienen un papel determinante, más allá de cualquier clasificación racial. Además, el enfoque de la medicina y la investigación genética está evolucionando hacia un entendimiento más personalizado e inclusivo.
El concepto de 'medicina basada en la raza' ha sido cuestionado y abandonado por su falta de precisión y potencial para perpetuar prejuicios. En lugar de ello, se promueven estudios que incorporan la diversidad genética real de las poblaciones y que reconocen las complejas interacciones entre genes, ambiente y estilo de vida. Este cambio no solo mejora la eficacia terapéutica y preventiva, sino que también combate las desigualdades en salud, ya que permite que grupos étnicos y raciales históricamente marginados no queden excluidos de los avances científicos. Sin embargo, para que este enfoque funcione y no sea manipulado, se requiere un compromiso activo por parte de la comunidad científica para promover la diversidad y la integridad en la investigación. Las estrategias que deben adoptar los genetistas humanos para hacer frente a la reaparición de la eugenesia pasan por varias aristas.
Primero, es imprescindible fortalecer la educación genética desde una perspectiva crítica y ética, que descentre cualquier interpretación racialista o determinista de la genética humana. Esto no solo implica formar a futuros científicos con rigor, sino también contribuir a informar al público para desmontar mitos y prejuicios. Segundo, los científicos deben liderar y participar en investigaciones con equipos diversos y comunidades que históricamente han sido subrepresentadas en estudios genéticos. Esto no solo enriquece la calidad y aplicabilidad de las investigaciones, sino que envía un mensaje claro contra las ideologías excluyentes que promueven la eugenesia. Tercero, es fundamental que la comunidad científica sea proactiva en los espacios públicos y en el debate político, para corregir desinformación y repudiar cualquier intento de manipulación genética con fines discriminatorios.
Los genetistas tienen la responsabilidad de comunicar con claridad y rigor los resultados de sus estudios, sin ambigüedades que puedan ser explotadas. Finalmente, en términos de políticas públicas, es necesario apoyar regulaciones que eviten la explotación genética, establezcan límites éticos y protejan los derechos humanos en el ámbito de la genética, reconociendo la dignidad y diversidad de todas las personas. El llamado es urgente y necesario porque la ciencia de la genética tiene un papel central y creciente en nuestra sociedad y en la salud pública. El riesgo de que se utilice para reforzar prejuicios y exclusión es real y debe ser enfrentado con valentía y responsabilidad. La eugenesia no solo es un retroceso científico, sino una amenaza para los valores fundamentales de igualdad y respeto.
El resurgimiento de ideas eugenésicas es un desafío que trasciende la ciencia y exige la colaboración entre científicos, educadores, comunicadores, responsables políticos y la sociedad civil en general. Solo mediante un compromiso colectivo podremos asegurarnos de que la genética humana siga siendo una herramienta para comprender y celebrar la diversidad humana, y no un instrumento de exclusión o discriminación. En conclusión, los genetistas humanos se encuentran en una encrucijada crítica. Deben alzar la voz y actuar con ética, rigor y valentía para impedir que la pseudociencia eugenésica resurja con nuevas formas disfrazadas. La defensa de una visión científica inclusiva, basada en la complejidad y diversidad humana, es esencial para construir una sociedad más justa y equitativa.
La genética humana debe ser una ciencia al servicio de la humanidad entera, donde todas las personas, sin importar su origen, raza o etnia, sean respetadas y valoradas. El resurgimiento de la eugenesia es un recordatorio de que la ciencia sin conciencia es peligrosa, y que la comunidad científica tiene la obligación moral de enfrentar estos retos con claridad y compromiso.