En las últimas décadas, la comunidad científica ha avanzado enormemente en la comprensión del genoma humano y las complejidades de la variación genética. Sin embargo, paradójicamente, conceptos antiquísimos y dañinos como la eugenesia están resurgiendo en diferentes partes del mundo, impulsados por movimientos nacionalistas y racistas que aprovechan el conocimiento científico de manera errónea para justificar políticas discriminatorias y excluyentes. Este fenómeno representa no solo un retroceso social y ético, sino también un desafío crucial para la comunidad genética que debe enfrentar esta situación con firmeza y responsabilidad. La eugenesia, entendida como la práctica o creencia de mejorar la calidad genética humana mediante la selección de ciertas características consideradas “superiores”, tuvo su apogeo en el siglo XX, y fue culpable de graves atrocidades y violaciones a los derechos humanos. Su resurgimiento bajo un lenguaje científico deformado no solo perpetúa prejuicios ancestrales sino que amenaza la integridad de la ciencia y la equidad social.
Actualmente, observamos cómo la narrativa de la superioridad genética basada en la concepción errónea de “razas” está siendo impulsada por algunas figuras públicas y grupos supremacistas, alarmando a expertos que exigen un replanteamiento urgente y una respuesta clara. Los genetistas humanos, como custodios del conocimiento sobre la herencia biológica y la variación genética, tienen una responsabilidad ética invaluable. Han contribuido a desmentir mitos sobre las diferencias biológicas inmutables entre grupos raciales y han demostrado que las categorías raciales son construcciones sociales y no reflejan divisiones genéticas claras. Los datos científicos actuales muestran que dos personas cualesquiera comparten más del 99% de su ADN, y que las diferencias genéticas entre poblaciones son mucho más sutiles y continuas que las categorizaciones sociales tradicionales. Este conocimiento debe ser defendido activamente frente a quienes buscan tergiversarlo para fines políticos o ideológicos.
Es vital que los investigadores promuevan una educación genética precisa, que desmantele los prejuicios raciales y evite la simplificación excesiva que da pie a interpretaciones erróneas. Fomentar equipos de investigación diversos y multidisciplinarios también es un aspecto esencial, ya que contribuye a una visión más completa y humana de la genética humana, evitando sesgos que históricamente han causado daño. El campo de la genética humana ha experimentado avances en el análisis de la variabilidad genética y sus implicaciones en la salud, mostrando que la diversidad genética es una fuente de fortaleza, no de división. Estudios recientes revelan que ciertos trastornos genéticos, como la talasemia o síndromes raros, varían en incidencia según regiones geográficas específicas, lo que resalta la importancia de no agrupar a las personas en categorías raciales amplias y poco precisas. Esta perspectiva mejora la adaptación de intervenciones médicas y políticas de salud pública, evitando tratamientos estereotipados basados en prejuicios raciales obsoletos.
Además, el auge de la eugenesia en tiempos modernos suele estar vinculado al incremento de discursos de nacionalismo blanco y políticas migratorias restrictivas que utilizan un lenguaje genético deformado para justificar exclusiones y discriminaciones. Esto representa un peligro no solo para las comunidades afectadas sino para el progreso científico y social en general. La ciencia puede y debe ser una herramienta para la inclusión y el respeto a la diversidad, no para la exclusión y la discriminación. La comunicación científica también juega un rol relevante en esta lucha. Es indispensable que los genetistas interactúen con los medios de comunicación, educadores y el público en general para transmitir información clara y rigurosa sobre lo que la genética puede y no puede decir acerca de la diversidad humana.
Desmontar el mito de “razas biológicas” y explicar la complejidad genética real ayuda a reducir el espacio para que la eugenesia y el racismo apelativo prosperen. Paralelamente, es importante destacar que la ciencia debe combinarse con un compromiso ético sólido y políticas inclusivas. Las investigaciones deben evitar utilizar categorías de raza o etnicidad como sustitutos fáciles para variables más concretas y significativas, como la genética de poblaciones específicas, el entorno social y cultural o factores de salud ambiental. Esta aproximación precisa y matizada protege frente a la simplificación y, por lo tanto, reduce la posibilidad de que la genética sea malinterpretada o mal utilizada con fines discriminatorios. El llamado a la acción es claro.