Los aranceles y las políticas comerciales proteccionistas han sido durante mucho tiempo herramientas controversiales en la economía global. Más allá de afectar la dinámica interna de los países, estas medidas pueden tener profundas repercusiones en las naciones en desarrollo que dependen en gran medida de las exportaciones para su crecimiento económico. El reconocido economista Paul Krugman ha destacado recientemente cómo las recientes políticas arancelarias impulsadas por Estados Unidos no solo perjudican a su propia economía, sino que también amenazan el avance en la reducción de la pobreza en países como Bangladesh. Bangladesh es un claro ejemplo de cómo el comercio internacional puede propiciar el desarrollo. Durante las últimas cuatro décadas, este país del sur de Asia pasó de ser un caso tendiente al fracaso económico y la hambruna a convertirse en uno de los principales exportadores de prendas de vestir a nivel mundial.
La industria textil y de confección, intensiva en mano de obra, ha sido el motor que permitió a millones de bangladesíes salir de la pobreza extrema, mejorando su nivel de vida y generando empleo masivo. Sin embargo, la imposición de aranceles elevados sobre las importaciones provenientes de Bangladesh y otros países con economías similares amenaza con revertir estos avances. Por ejemplo, la propuesta de un arancel del 37% sobre productos textiles para proteger la industria doméstica estadounidense puede encarecer significativamente la ropa importada. Esto no generará beneficios tangibles en términos de empleo dentro de Estados Unidos, dado que la industria textil es altamente intensiva en mano de obra poco calificada y, por razones económicas, difícilmente puede competir con la producción de países donde los costos laborales son mucho más bajos. Krugman subraya que la lógica detrás de estas tarifas se basa en una incomprensión fundamental de cómo funciona la economía global y el comercio internacional.
La visión simplista de que dejar de importar directamente significa un ahorro económico ingenuo ignora los costos indirectos y el impacto en la cadena de suministro, además de las consecuencias sociales que atraviesan varias regiones del mundo. La experiencia reciente ha demostrado que estas políticas proteccionistas sólo conducen a una escalada de precios para los consumidores, tensión diplomática y retaliaciones comerciales que empeoran la situación para todos los involucrados. El impacto más severo lo sufren las familias de menores ingresos que dependen de la ropa asequible y otros bienes importados. Los aranceles elevan los precios al consumidor, lo que reduce el poder adquisitivo y aumenta la desigualdad. Además, para las naciones exportadoras, la pérdida de acceso al mercado estadounidense significa menos ingresos, menor inversión extranjera directa y, en última instancia, un freno significativo a la reducción de la pobreza.
La estabilidad social y económica de millones de personas está en riesgo cuando las oportunidades laborales disminuyen por obstáculos creados artificialmente. Paul Krugman también critica la falta de autocrítica y la persistencia en una política que ha demostrado ser contraproducente. A pesar de las señales claras de deterioro en las relaciones comerciales, el aumento de costos y la presión política interna y externa, la administración estadounidense parece dispuesta a continuar e incluso intensificar la guerra arancelaria. Este camino puede resultar en pérdidas políticas y económicas importantes para Estados Unidos, mientras China y la Unión Europea fortalecen sus posiciones en el escenario global gracias a una imagen de mayor fiabilidad y compromiso con el libre comercio. La situación de Bangladesh ilustra de manera dramática cómo las políticas proteccionistas pueden ser contraproducentes.
Cuando a un país en desarrollo se le dificulta exportar, no sólo se reduce su ingreso externo, sino que también se limita la creación de empleo y el crecimiento económico sustentable. El efecto dominó afecta a sectores diversos y profundiza la pobreza, afectando a grupos vulnerables como mujeres, niños y comunidades rurales. Este análisis también invita a reflexionar sobre la importancia de la cooperación global y la búsqueda de políticas comerciales equitativas y sostenibles. La apertura al comercio puede ser un motor para la globalización inclusiva y la erradicación de la pobreza, siempre y cuando el intercambio comercial se realice con reglas claras y apoyo a la protección social. En última instancia, la lección es que las decisiones comerciales no solo son asuntos de política interna o de defensa de sectores específicos.