Cuando pensamos en el espacio y las formas que pueden existir dentro de él, tendemos a basarnos en nuestra experiencia tridimensional cotidiana. Sin embargo, el universo matemático revela que cada dimensión posee características únicas y muchas veces incomprensibles para la intuición humana. Una de las cuestiones más fascinantes de la geometría y la topología moderna es la existencia de formas extraordinarias, llamadas fórmulas o variedades «exóticas», que desafían las nociones convencionales sobre la suavidad y la deformabilidad de las figuras en dimensiones superiores. En este contexto, la reciente resolución de un problema centenario en la dimensión 126 marca un hito crucial para la comprensión de estas formas complejas y abre nuevas puertas en el estudio de la topología y la matemática pura. La historia comienza en la década de 1950, cuando el matemático John Milnor sorprendió al mundo con su descubrimiento de las llamadas «esferas exóticas» en la dimensión siete.
Estas esferas, aunque topológicamente idénticas a la esfera común, tienen estructuras diferenciadas en términos de su suavidad. Este hallazgo revolucionó la manera en que los matemáticos entendían la clasificación y transformación de variedades en distintas dimensiones, y permitió el desarrollo de técnicas avanzadas como la cirugía en variedades, que consiste en modificar un espacio cortando y reensamblando partes de manera controlada y suave. A partir de estos avances, se planteó la cuestión de qué dimensiones podrían albergar estas estructuras retorcidas y anatómicamente incomparables a las esferas ordinarias. Durante décadas, se comprobó la existencia de tales formas en dimensiones específicas: 2, 6, 14, 30 y 62, todas ellas siguiendo un patrón numérico muy particular, que corresponde a dimensiones que son dos unidades menos que una potencia de dos. Por otro lado, el matemático William Browder demostró que estas dimensiones cubrían todas las posibilidades para estas estructuras exóticas, excepto por el caso pendiente de la dimensión 126.
El problema, conocido en la comunidad matemática como el dilema del «invariante de Kervaire», permaneció sin solución durante más de 65 años. El invariante de Kervaire es una propiedad que permite clasificar ciertas variedades de alta dimensión de acuerdo a su capacidad para ser transformadas mediante cirugía en una esfera. Para variedades con un invariante de Kervaire igual a 1, la cirugía no puede convertirlas en una esfera; son, por decirlo de alguna forma, variedades intrínsecamente retorcidas y singulares. En dimensiones conocidas, se sabía que estos invariantes podían adoptar ese valor, pero si tal fenómeno existía en la dimensión 126 era algo que escapaba a la matemática contemporánea. En 2024, un grupo de matemáticos liderado por Weinan Lin, Guozhen Wang y Zhouli Xu logró una hazaña impresionante: demostraron que la dimensión 126 sí contiene estas formas retorcidas con invariante de Kervaire igual a uno.
Para este logro, combinaron métodos computacionales avanzados con profundos análisis teóricos, utilizando fenómenos complejos en el estudio de los grupos de homotopía estables de las esferas. Estos grupos, que pueden visualizarse como colecciones de funciones entre esferas de diferentes dimensiones, codifican información esencial sobre la estructura y clasificación de formas en espacios de alta dimensión. La tarea fue monumental por la cantidad de posibilidades que debían ser descartadas para confirmar que en la dimensión 126 el fenómeno del invariante de Kervaire se manifiesta. En particular, había más de cien hipótesis particulares sobre cómo ciertas estructuras podían desaparecer antes de llegar a lo que los matemáticos llaman la página «infinito» en la secuencia espectral de Adams, una herramienta conceptual que organiza y jerarquiza la información sobre los grupos de homotopía. Esta página infinito entrega una visión final y completa del panorama de las variedades y sus invariantes.
Después de construir y refinar algoritmos eficientes, y de aplicar nuevas ideas en el manejo de estos complejos objetos matemáticos, el equipo consiguió eliminar casi todas las posibilidades de desaparición de la estructura clave en la dimensión 126. Al final, determinaron que la estructura en cuestión sobrevivía a la página infinita, lo que implica que existen innumerables variedades con invariante de Kervaire igual a 1 en esta dimensión. Este resultado fue recibido con asombro y admiración por expertos del área, ya que resolvía un enigma que había resistido el paso de generaciones de matemáticos. La importancia de esta comprobación no se limita solo a la resolución de un problema teórico aislado. Al descubrir que la dimensión 126 posee estas «formas retorcidas», se confirma un patrón selecto que solo ciertas dimensiones muy específicas poseen.
Esto implica que la naturaleza de las variedades y las esferas exóticas está altamente restringida, y que hay propiedades geométricas y algebraicas fundamentales que emergen únicamente en un número limitado de mundos matemáticos. La naturaleza de estas exclusividades dimensionale abre nuevos interrogantes, ¿qué hace que estas dimensiones sean especiales? ¿Existen construcciones luminosas y bellas que expliquen por qué estas variedades aparecen solamente allí? Aunque ahora sabemos de la existencia de estas formas en la dimensión 126, uno de los desafíos que queda pendiente es la construcción explícita de tales variedades. En las dimensiones más bajas donde se conocen estas formas, los matemáticos han logrado definir y visualizar ejemplos concretos. Sin embargo, para las dimensiones superiores como 62 y 126, estas variedades permanecen elusivas en términos constructivos aunque, paradójicamente, constituyen una parte sustancial de todas las posibilidades en esas dimensiones. Este misterio sugiere que todavía hay mucho por descubrir sobre cómo organizar y entender la topología de espacios de dimensión extremadamente alta.
Además, el estudio del invariante de Kervaire y las variedades exóticas forma una pieza dentro de un rompecabezas más amplio de la matemática contemporánea que comprende las estructuras llamadas grupos de homotopía y su relación con la geometría y la física. Algunas perspectivas sugieren que entender estos fenómenos podría aportar herramientas para estudiar espacios y objetos en teorías físicas avanzadas, como la teoría de cuerdas o la gravedad cuántica, donde las dimensiones superiores y sus propiedades son cruciales. Este avance también muestra el creciente protagonismo de la combinación entre métodos computacionales y teóricos en la resolución de problemas complejos en matemáticas. La colaboración entre programas de computadora sofisticados y el ingenio humano ha permitido desentrañar verdades que parecían inalcanzables hace solo unas décadas. La interdisciplinariedad, donde las matemáticas puras se mezclan con las ciencias de la computación, abre caminos prometedores para futuras investigaciones en topología y más allá.
La confirmación de que la dimensión 126 alberga estas formas retorcidas es mucho más que un detalle técnico; es un testimonio del poder del esfuerzo humano para comprender estructuras abstractas muy alejadas de nuestra percepción habitual y una invitación para que nuevas generaciones de matemáticos exploren estas fronteras tan misteriosas. En conclusión, el descubrimiento reciente sobre las formas extrañas en la dimensión 126 cierra un capítulo largo de investigaciones, al tiempo que abre muchos otros. Nos recuerda que el mundo matemático está lleno de maravillas inesperadas y que la combinación de intuición, rigor y tecnología puede llevarnos más allá de los límites conocidos. El estudio de estas variaciones exóticas no solo enriquece nuestro entendimiento de la geometría y la topología, sino que en última instancia, amplía nuestra visión sobre la estructura profunda del universo.