En la sociedad contemporánea, un fenómeno económico y social que ha capturado la atención de muchos duele en silencio a una gran cantidad de personas: los esquemas piramidales disfrazados de marketing multinivel (MLM). El libro "Little Bosses Everywhere" de Bridget Read arroja luz sobre un sistema complejo, profundamente arraigado en la historia estadounidense, que desgraciadamente continúa afectando a miles de víctimas cada año. Esta narrativa nos obliga a mirar más allá de la fachada brillante y seductora que estas organizaciones presentan y a comprender la verdadera naturaleza de un negocio que funciona más como una secta que como una empresa legítima. La historia de los esquemas piramidales en Estados Unidos se remonta a la Gran Depresión, cuando vendedores ambulantes propusieron productos milagrosos sobre los cuales se cimentaron fórmulas de persuasión que hoy en día se han sofisticado, pero mantienen la misma esencia: vender esperanza en lugar de productos reales. Desde las clásicas fiestas de Tupperware hasta la explosión de compañías como Amway y Mary Kay, estas organizaciones han utilizado narrativas heroicas y promesas de independencia financiera que, en la mayoría de los casos, resultan ser fabricaciones cuidadosamente diseñadas para atraer a los vulnerables.
Bridget Read describe con detalle cómo estas compañías funcionan bajo un sistema piramidal disfrazado, donde sólo dos tipos de participantes realmente existen: los predadores y las víctimas. Los predadores son aquellos pocos individuos en la cima de la estructura, quienes acumulan un enriquecimiento extraordinario a costa del esfuerzo y dinero de aquellos que se encuentran en los niveles inferiores. Los demás son los suckers, o víctimas, que a menudo pierden grandes sumas de dinero intentando alcanzar la apariencia de éxito que los niveles superiores ostentan. Una característica definitoria de estas organizaciones es la falsa promesa de ventas directas. Aunque publicitan la venta de productos como vitamina, cosméticos o artículos para el hogar, en realidad la mayor parte del dinero circula dentro del sistema a través de la compra compulsiva de inventario por parte de sus propios miembros.
Estos deben adquirir productos continuamente para mantener su estatus o aspirar a bonos, lo que convierte a los participantes en compradores forzosos más que vendedores exitosos. La dinámica interna de estos grupos es similar a la de un culto. Los miembros reciben constantes presiones para reclutar a amigos y familiares, generando divisiones y tensiones dentro de los círculos personales y comunitarios. El sistema se sostiene precisamente porque juega con la psicología humana: la esperanza, el miedo al fracaso y la sensación de pertenencia a un colectivo que promete un futuro mejor. Sin embargo, cuando la realidad se impone, muchos se encuentran con deudas crecientes y un cúmulo de productos sin vender que solo alimentan la ilusión de progreso.
Cuando se trata de regulación y controles por parte de agencias gubernamentales, la situación es complicada. Los reguladores suelen caer en la trampa de creer que están tratando con un negocio tradicional de ventas. Intentan diferenciar entre MLM legales y esquemas piramidales fraudulentos con criterios superficiales, que estas organizaciones manipulan fácilmente. Por ejemplo, una regla común exige que los vendedores demuestren haber vendido productos a un cierto número de clientes externos, pero la ausencia de una auditoría efectiva hace posible la falsificación de estas ventas. Además, estas organizaciones explotan la vulnerabilidad de ciertos grupos sociales.
En comunidades donde el apoyo mutuo y la confianza son fundamentales frente a la discriminación y las barreras económicas, el sistema de MLM se presenta como una oportunidad de inclusión y empoderamiento. Sin embargo, lo que realmente realizan es un “predatory inclusion” o inclusión predatoria, donde se aprovechan de la solidaridad genuina para extraer recursos económicos, perpetuando ciclos de pobreza y dependencia. La conexión con la religión y la cultura en algunos sectores es otro aspecto inquietante. Muchas estructuras piramidales tienen raíces en comunidades con fuertes creencias cristianas, particularmente con influencias calvinistas, donde el discurso sobre la ética del trabajo y el éxito personal se entrelaza con la narrativa comercial. Esto convierte el reto de regular y desmontar estas organizaciones en algo aún más complejo, pues toca fibras culturales y espirituales que facilitan la adhesión y resistencia a las críticas externas.
En términos políticos, el dinero proveniente de esquemas piramidales ha financiado proyectos y movimientos de la derecha ultraconservadora en Estados Unidos. Familias con fortunas amasadas gracias a estas prácticas han influenciado agendas políticas que sostienen un entorno favorable a la proliferación de estos negocios, o que rebajan las regulaciones que podrían ponerlos en jaque. Incluso se puede trazar un paralelismo entre la ética MLM y la actual configuración de la economía de plataformas o “gig economy”. Empresas como Uber crean sistemas de incentivos que recuerdan a las estructuras piramidales donde muy pocos ganan mucho y la mayoría trabaja sin garantías y bajo condiciones inciertas, culpándose a sí mismos por no alcanzar un éxito imposible en un juego que está amañado desde el inicio. El fenómeno de la venta en niveles múltiples no solo representa una amenaza económica o social, sino que también ofrece lecciones amplias sobre la manera en que en la sociedad actual se construyen y destruyen las redes de confianza.
El modelo no busca fortalecer la comunidad, sino atomizarla, deslindando a sus miembros de cualquier red de apoyo real para convertirlos en consumidores y reclutadores dentro de la maquinaria piramidal. El libro “Little Bosses Everywhere” no solo es una investigación sobre un negocio fraudulento, sino una crítica profunda y necesaria sobre cómo el individualismo extremo, la desconfianza en la sociedad y el neoliberalismo han creado un caldo de cultivo para este tipo de estafas. Detrás de la fachada de pequeños empresarios autónomos, se esconden estructuras que arruinan vidas y socavan la solidaridad social. Para quienes buscan advertencias claras para evitar caer en estas trampas, es fundamental entender que el éxito en una organización MLM rara vez depende del producto o del mercado, sino del reclutamiento constante y la compra interna. La presencia de presión constante para convencer a seres queridos a unirse y la falta de evidencia real de ventas externas son señales clave.
Asimismo, es crucial una mayor conciencia social y regulación adecuada que no se limite a diferenciar entre “buenos” y “malos” MLM, sino que reconozca la esencia piramidal y lucrativa de estos sistemas disfrazados. La protección de las personas vulnerables, la persecución efectiva de los estafadores y la educación sobre los peligros de estas propuestas deben convertirse en prioridades. En síntesis, “Little Bosses Everywhere” destapa las estrategias y consecuencias de un modelo de negocio que explota la esperanza y la necesidad, perpetuando desigualdades y debilitando el tejido social. Esta revelación es clave para construir sociedades más justas y resilientes, donde el éxito no se base en la explotación de la confianza y en la pérdida de recursos de los más desfavorecidos, sino en oportunidades reales y transparentes para todos.