La imagen tradicional que tenemos de Jesús de Nazaret, con túnicas largas y sueltas, cabello largo y barba prolija, proviene en gran medida de la iconografía cristiana medieval y de interpretaciones artísticas posteriores, más que de evidencias históricas contundentes. Comprender qué tipo de ropa llevaba Jesús no solo ayuda a visibilizarlo como un hombre de su tiempo y cultura, sino que también aporta claridad sobre cómo su apariencia influía en la percepción y aceptación de su mensaje entre las personas que lo seguían y las que lo rechazaban. Para comenzar, es importante señalar que en los Evangelios y en la literatura cristiana antigua no existe una descripción física detallada de Jesús ni de su vestimenta. Sin embargo, con base en los textos bíblicos, la arqueología y los estudios sobre las costumbres en Judea durante el siglo I, es posible acercarse a una imagen más realista y contextualizada de lo que habría sido su atuendo. La vestimenta básica de un hombre judío de aquella época consistía en una túnica, conocida como "chitón" en griego o "ketonet" en hebreo.
Esta prenda, confeccionada generalmente con lana o lino, era una pieza rectangular de tela que se ajustaba con un cinturón en la cintura. Para la mayoría de los hombres comunes, la túnica llegaba justo por encima o un poco debajo de las rodillas; llevar una túnica larga hasta los tobillos se reservaba a personas de alto estatus social o riquezas. Según los pasajes del Nuevo Testamento, el atuendo de Jesús debía ser sencillo y austero. En el Evangelio de Juan se menciona que su túnica era de una sola pieza, tejida sin costuras, algo poco común ya que la mayoría de las túnicas estaban compuestas por dos piezas unidas. Esta característica ha sido interpretada como una señal de humildad y sencillez, y más tarde, esta túnica pasó a tener una relevancia simbólica en la tradición cristiana.
Además, Jesús debía cubrirse con un manto o capa exterior llamada "himation", que también se menciona en los Evangelios. Esta prenda podía ser una especie de chal o manta, frecuentemente de lana sin teñir, con flecos o borlas denominadas "tzitzit" que eran símbolos religiosos importantes para los judíos observantes. El manto servía para proteger del frío y también tenía un valor ritual, ya que se consideraba que los flecos recordaban a los fieles la ley de Dios. Las sandalias también formaban el equipamiento tradicional. Aunque no se describen con detalle en los textos, su existencia está claramente implícita.
Los arqueólogos han encontrado diversos ejemplares de sandalias usadas en la región, hechas con tiras de cuero que permitían la circulación del aire y eran adecuadas para las rutas y climas áridos y arenosos de Judea. En contraste con muchas representaciones modernas, resulta poco probable que Jesús usara ropa de colores brillantes o fabricada con telas costosas. En la sociedad del siglo I, el color y la calidad del tejido eran indicadores directos del estatus social. La vestimenta de Jesús parecía reflejar su identificación con los pobres y marginados, enfatizando su mensaje de humildad y atención hacia los necesitados. El historiador Celsus, un crítico del cristianismo del siglo II, incluso describió a Jesús con términos que sugieren una apariencia descuidada, señalando que era un hombre que se mostraba "de forma vergonzosa y en la desdicha de los ojos de todos".
Aunque esta descripción tenía fines polémicos, coincide con la imagen de un líder espiritual que no seguía los estándares sociales de prestigio o elegancia. El estilo de cabello y barba de Jesús también es objeto de debate. La iconografía occidental lo presenta con cabello largo y lacio, y una barba perfectamente peinada, pero el contexto cultural de su tiempo indica que los hombres judíos generalmente llevaban el cabello corto y bien recortado. La barba era habitual, pero no necesariamente cuidada de forma meticulosa. Esta rotura con las imágenes más idealizadas sugiere que Jesús podría haber tenido un aspecto más común y menos estilizado, acorde con su vida itinerante y su desprecio por el lujo.
Más allá del aspecto físico, la ropa de Jesús tenía un profundo componente simbólico y social. Al vestirse con prendas sencillas y gastadas, enviaba un mensaje de identificación con las clases populares y los excluidos. Su vestimenta creaba un contraste con los líderes religiosos y políticos de la época que usaban atuendos elaborados para demostrar autoridad y respeto. Desde un punto de vista sociológico, cada prenda era un signo que comunicaba la identidad, el estatus y las prioridades del individuo. Así, el tipo de ropa de Jesús reflejaba su misión y su compromiso ético.
Su look probablemente le permitía pasar inadvertido entre la gente común, pero también lo marcaba como un hombre que rechazaba la opulencia y abrazaba un estilo de vida radicalmente sencillo. La importancia de conocer qué vestía Jesús no es solo histórica, sino también cultural y teológica. El modo en que se ha representado su imagen a lo largo de los siglos ha incidido en la forma en la que millones de personas lo perciben y se relacionan con él. Las representaciones artísticas con rasgos europeos y ropa lujosa cuentan una historia que cambia la identidad de Jesús y puede alejarlo de su contexto original y, por ende, de su mensaje primordial. Por último, en un mundo contemporáneo donde las diferencias sociales continúan siendo marcadas por el acceso a recursos materiales, la imagen de Jesús vestido humildemente puede ser un llamado a la reflexión sobre la justicia social, la empatía y la solidaridad con los más desfavorecidos.
En resumen, Jesús probablemente vestía prendas simples y funcionales propias de un hombre judío común del siglo I, como una túnica corta, un manto con flecos y sandalias, evitando cualquier indicio de lujo o vanidad. Su apariencia exterior era coherente con sus enseñanzas y su vida dedicada a los pobres y marginados, y difería notablemente de las representaciones artísticas populares. Conocer esto no solo enriquece nuestra comprensión histórica, sino que también ilumina aspectos profundos de su persona y legado.